lunes, enero 22, 2024

Cazando historias de una locutora

 












Al salir del natatorio, suelo tomar un café con leche con dos facturas de pastelera en la cantina de Ferro Carril Oeste y acostumbro a leer un libro, en este caso es "Echeverri" de Martín Caparrós. 

Infranganti, una señora por detrás me pregunta: "¿Que le pasó a Rojo?", "¿Que Rojo?", respondo. Me aclara que era el jugador de Boca. Acá tomo atención a la señora y se presenta con un "¿Sabés quien soy?", ante mi negativa, me dice: "El teléfono que quiere llamar, se encuentra congestionado,....", soy la voz de los conmutadores, Marita Monteleone. La señora insistía que la trate de vos, pero no acostumbro a tratar de vos. 

Comenzó acá el vértigo con el teléfono y con todo lo que me contó. Que fue a cobrar a Ferro, pero no le pagaron, por lo qué me solicitó un café, ya que esperaba cierto dinero que no le dieron. Se lo cedí, por supuesto. 

Y me comentó los shows de tango que hace, me lo mostró por su telefono y me hizo hablar con Armando que es uno que corría en el grupo junto a su esposa Graciela. Me hacía grabarle mensajes desde Ricardo Gareca, que estaba deseosa que vuelva a la Argentina, como a Silvio Soldán. A todos les decía que estaba junto a mi, con nombre y apellido. Yo no soy conocido practicamente, pero Monteleone si. 

En un momento hablamos de tango y yo tenía fresca la película "Chau Buenos Aires" y le pregunté sobre Claudio Morel. Marita, vaya sorpresa, tenía el teléfono de Claudio y dio la presentación para felicitarlo por su voz que le dio a Damián Alarcón en el largometraje que yo había visto en dias previos.

Me preguntó que hacía de mi vida, que me mantenía, y me contó como su padre se deprimió después de "El Rodrigazo" licuando los activos financieros y que quedó en la lona. Se puso a llorar un poco. 

Realmente, teniendo el teléfono como complemento, hoy la gente se comunica mucho, es por el mismo olvido que se hace de la memoria mucho más volatíl. El smartphone es un medio que entretiene, y hace pensar lo menos posible, sino "navegar" y "olvidar" de como uno se siente lo más posible. 

Luego, para finalizar, Marita le solicitó una foto a la encargada de la concesión y me la envió por Whatsapp, dejándome un legado más de la cultura de la ciudad en que elijo, quizás por comodidad, vivir. 

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