El último cuento del libro “El libro de los amores ridículos” de Milan Kundera, ilustra la historia de un tipo que boicotea su ideología, para llegar al beso de una mujer, y luego tratar de poseer su cuerpo. Un ateo comienza, en creer en DIOS, con la obsesión de llegar a acostarse con una fémina.
Este acto sienta las bases del filósofo inobjetable, Alejandro Dolina, que dijo: “Todo lo que hacemos los hombres es para levantarnos minas”, en estos días afirmado por el pseudo escritor que, no recuerdo el nombre, habitué de Miami, cuyo libro popular es: “Como conquistar mujeres” (o algo así). Los que viven para ser compensados por lo externo, sí. Los que creen que el poder se basa en algo, y sí.
Continuando con la senda del protagonista de la historia mencionada, la creencia en DIOS se hizo costumbre de tal manera que llegó a salvar su trabajo, defendiendo su convicción ante un jurado adverso, conquistar el cuerpo de la chica, dejar a la chica. Todo eso culminó en seguir con la nueva costumbre sin fundamento alguno, simplemente, sentarse y mirar el Jesus crucificado y sentir…vaya a saber qué. Pero la costumbre enterró las ideologías de antemano. Reirse de sus propias ideologías, sabiendo que pueden ser volteadas, excede la rigidez y el camino estrecho y previsible de la vida. ¿Lo puedo hacer? Muy pocas veces, casi nunca. ¿Esto me liga a la mediocridad? Si, más allá que la cultura ensambla el virtuosismo con el sacrificio y la obsesión sobre el ensanchamiento de un negocio.
Todo esto está aparejado de las etiquetas que nos ponemos, de los compromisos que asumo, de la seriedad para impartir un proyecto. Yo pregunto: ¿Para qué si está tan lejano al placer? Y por otro lado cuestiono: ¿Cuál es la sensación más placentera? Respondo, paradójicamente, el orgasmo.
El orgasmo eyaculado o sensaciones de levedad en la mente, mediante símbolos anestésicos. Las etiquetas y el lenguaje no tienen valor, cuando uno tiene la mente leve y sin preconceptos.
Sentirse orgásmico conlleva la energía vital, llevándose a las otras sensaciones que están ligadas con cualquier tipo de tensión: concentración, método y fundamentos.
En este blog tengo dos o tres conceptos que nunca fundamente que es liberarme de la opresión y de un sistema jerárquico. Esa no es mi esencia, o no sé cómo pensaba a los 4 años cuando aprendía a sumar. ¿Si me gusta correr? Y no tanto, me gusta moverme con la música y la sensaciones de levedad después de hacerlo. ¿Pero siempre? Tampoco.
La esencia es una mentira, el lenguaje es un medio desesperado para subirse en la supervivencia de este mundo capitalista. Las sensaciones trascienden la esencia. El orgasmo es la sensación más viva que conocí, dura poco, pero me distensiona y postergas los compromisos, los rótulos, los paisajes, los títulos, las virtudes y los defectos que aparejan mi acción cognitiva.