Los conceptos a diferentes rótulos impuestos desembocan en una paradoja que pudiera ser real, la chusma instalada, los juicios de valores y diversas opiniones hacen que las palabras choquen a una realidad trasgiversada y de diferentes escalas de valores.
El hecho ficcionado al que puede chocar con una realidad, demuestra dos modos de vida diferentes, en el cual el sufrimiento y la carencia se encuentran más omnipresentes en la persona que crítica y no del criticado.
Un hombre de pasados los treinta años, como casi todas las noches mientras cena, focaliza su mirada y pensamientos en el aparato de televisor, y en un instante expresa vehementemente:
- No puede ser una mina tan boluda.
A colación de que una mujer le preguntaron: “Cual era la capital de Uruguay” y contestó “Punta del Este”.
El hombre se revolcaba de la risa, por las palabras de esta mujer, ya que se había ensimismado con ella, a partir de está afirmación, y repetía una y otra vez: “¡Que boluda que es!”. El sujeto sentía que poseía más sapiencia que ella, al saber quien era el vicepresidente, el ministro de economía y el gobernador de la ciudad de Buenos Aires, cuando “la boluda”, demostraba, por televisor, no saberlo.
Es así que todas estas equivocaciones hicieron que “la boluda”, sea trasmitida por todos los programas de chimentos o de archivo, que abundan, en la televisión del pais del hombre “vivo”.
Ella concurría a los mismos a demostrar su desconocimiento acerca de nombres de políticos, fechas patrias, lugares geográficos y demás conceptos importantes para el “vivo”, y los programas que alimentan el ego de este hombre “vivo”.
Pero adentrando a la vida del “vivo”, el sujeto es un señor que de lunes a viernes se despierta, casi todos los días, malhumorado porque el reloj le suena una chicharra estruendosa, antes que su sueño esté satisfecho. Además tiene que viajar en un subte como lata de sardinas; para entrar a su lugar de trabajo, minimamente debe permanecer de ocho a diez horas al día dentro de una oficina, por más que no tenga tareas para hacer, y sino preocupándose por temas serios y teniendo la presión de cumplir su trabajo diariamente, sin importarle a sus superiores que estado con que estado de ánimo y concentración haya ingresado cotidianamente.
Haciendo uso de su hipócrita amabilidad y agradabilidad a los chupasangres y trepadores que abundan en el lugar de labor, así como la débil comunicación con sus colegas, hablando o chusmeando acerca de los deportes, de los politicos, las peliculas y el estado y pronóstico del tiempo, murmurando ante las partes intimas de las féminas y dejando de la lado sus sentimientos y hasta su casi vacía vida propia, fomentando su represión y su inhabilidad de poder cambiar su estado actual.
En definitiva sus colegas conocen más de la vida de “la boluda”, ya que saben con quien tuvo relaciones, que dijo, que siente; mas que la vida del “vivo”; tal es así que jocosamente la descalifican y la humillan; cuando prefieren esconder su rutinaria vida y hablar de los defectos y debilidades de los demás.
Mientras tanto “la boluda” es contratada para formar el elenco del teatro de revistas, sin tener la virtud de bailar ni cantar bien, pero estas falencias captan a un público que paga la entrada y se rie justamente de sus errores; una pequeña porción le pide autografos a la salida del teatro y se sacan fotos junto a ella.
La boluda tiene un año exitoso, decide casarse con un empresario que pasa la mitad del tiempo en el exterior del país, y que cuando regresa le hace algunos pequeños favores por la noche.
Mientras tanto “la boluda” cumple sus sueños: cuidar su estética, obtener su centro de belleza, adquirir un departamento propio, tener una huerta, aprender idiomas, tomarse todo el tiempo que quiere para dormir, tomar sol, viajar y cumplir el sueño, que ella tenía, cuando tuvo el privilegio de presentarse en el mundo del espectáculo, con los simples hechos de: decir capitales de países errados y otras datos estadísticos, que no tienen validez, más que hacer reir al “hombre vivo”, así como desnudarse para una revista, realizar pequeños favores, pero a la vez cumplir cualquier fantasía sexual, lo cual “el vivo” tiene una gran acumulación de ratones en su cabeza, que sabe, tristemente que no va a cumplir.
“El vivo” seguirá despertándose de mal humor, criticando al gobierno de turno porque le sacan dinero de su bolsillo para cultura, deporte y esparcimiento, soñando con ganar la quiniela; tal vez tenga un título universitario, pero por su estancamiento y deudas jamás podrá dar su gran salto, y si progresa en el escalafón, más ajustada será la soga de la responsabilidad tendrá.
Los sueños del “vivo” siempre quedaran limitados por el tiempo y el cansancio; y el sufrimiento estará dada por su reiterada pregunta:” ¿Hasta cuando? ”.
“La boluda” se reirá de sus yerros, “el vivo” de los yerros de “la boluda”, pero la vida de este último será de mayormente rutinaria con más represión sufrimiento, carencia y mediocridad, que “la boluda”, a pesar que la segunda no sabe la capital de Uruguay.