Otros objetos tecnológicos que repercutieron enormemente en mí, fueron los juegos cuya interfaz era una pantalla, monitor o televisor: Comencé mi escalada con un máquina llamada Teleclick, contaba con dos joystick y 5 juegos diferentes que consistían en 2 de fútbol (2 contra dos y 3 contra dos), tenis single y doble, y, por último, el frontón. Los gráficos consistían en palitos con pelotitas cuadradas; en realidad todo estaba expresado en líneas rectas, incluso la pelota. La computadora Spectrum de un amigo de toda la vida, nos mostraba juegos de simuladores de vuelos, de bolsa, de autos, etc.
Surgieron, además los videos juegos, comenzando por el Moon Patrol, el Galaga, el Elevator, y más tarde los de fútbol como el Goal, el World Cup, el México 86 y sucesivos. Pasaba mañanas y tardes enviciados con éstas máquinas, siempre teniendo un juego “de moda” que era omnipresente, sobretodo en la adolescencia, que no practiqué deporte alguno. Tampoco quiero olvidar el Emilyn Hughes con el dataset en la Commodore 64 (ni siquiera disquete) , donde con amigos, pasábamos noches enteras armando y desarmando equipos. Más adelante, cambiamos los jugadores y camisetas de equipos de 5 categorías del fútbol inglés por las del fútbol Argentino, en el juego Manchester United “The Double”, eso nos costó semanas enteras de jornadas de 4 a 8 horas.
La aventura gráfica fue una gran pérdida de tiempo, ya que rodábamos horas sin descubrir absolutamente nada, en juegos como Maniac Mansion (I y II), Zak Mc Kroken, Sherlok Holmes, etc.
Una tarde, donde mis padres, no estaban en su casa, y que cerraban la puerta de su dormitario con llave, yo me las ingeniaba para levantar la cortina del dormitorio, así, abrir la ventana, para revisarles todo. Es aquí, que descubrí, entre otras cosas, un aparato que constaba con lugar para colocar dos cassets, y me enteré que podía hacer copia de cassets. Toda una alegría para mí, porque podía tomar de prestado las cintas y grabarlos.
Con el paso del tiempo, llegaron los walkman, los primeros gastaban las baterías en cuarenta y cinco minutos, peor aún forzaban el motor si se adelantaba (no existía el retroceso, si quería hacerlo tenía que adelantar dando vuelta el casset). Sin dudas, se gastaba un presupuesto entre pilas, auriculares que se machucaban, además de tener cuidado que la cinta no se enganche y haga un desparramo. Unos cuantos años después de que evolucionaran los reproductores de música portátiles, apareció en mi vida el CD, un disco frágil, donde había que tener cuidado que no se ralle, y en donde el aparato, tenía una lente óptica muy frágil, adicionando a que era sensible a cualquier movimiento, lo que resultaba que saltara el disco y pareciera un “disco rayado” por las constantes repeticiones de una frase. En mi caso, los reproductores de CD portátiles han sido un dolor de cabeza, por más que contaba con la ventaja de elegir el tema que quería, sin la necesidad no rebobinar, ni sacar un lápiz para hacerlo (y ahorrar batería), pero era mucho más inconsistente que los casetes, por eso extendí el uso de walkman, hasta que arribó el reproductor de Mp3.