Cruzando las miradas con Pablo Pino, cantante de “Cielo
Razzo”, y ambos cantando y meneando la mano, balbuceando: “Y otra más, otra
vuelta más”, siento que me refugio en este instante de tiempo, que, uno puede
decir que ya pasó, pero queda en mi memoria como un argumento embelesado,
donde, cada vez, que me abstraigo del mundo y de mi entorno. Tal vez, la
relación no sea real, es simplemente una exageración de la idealización hacia
alguien, algo, una vivencia, un momento de alivio. Eso es lo que llamo “refugio”,
cuando el alivio invade mi calma, y generalmente, es una conversación, un plan,
un evento, que planificamos mi cabeza y yo.
Igualmente hay excepciones, un sábado he vuelto a un lugar
en Palermo, donde solía pedir un vaso de vodka, lo bebía lentamente, música de
fondo, y yo sólo con mi pensamiento, como cuidándome, reflexionando, delante de
la gente que no me conoce y que, supongo no tiene interés de hacerlo.
Esta vez lo hice con un contigente lleno de gente del
exterior: alemanes, suizos, mexicanos, brasileros, excepto. El dueño y el
barman me reconocieron esto, porque yo pasé muchas noches allí, tomándolo como
un refugio de la “realidad” impuesta. Pero ¿Esto no es relevante? ¿Qué tengo
que manejarme con lo que hago laboralmente o cuantos fracasos deportivos tengo?
No, dejá, tampoco voy a hablar de otros.
Este lugar es un refugio, pero tengo que pagar el precio de lo que me
genera el alcohol en el estómago. Aunque del lado bueno, además de ser mi lugar,
es que me anestecio y pongo mi cabeza en blanco
Desde chico me gustó enfrentarme a gente que no tiene
que ver conmigo, y así, fortaleciendo mi refugio mental, realizando algo que me
calme.
Entiendo que el progreso es la comparación del uno con
el otro y tratar de ser mejor que el otro, para ahogarlo y hacer cuanto valor
agregado tiene el otro con respecto a mi supuesta sórdida vida.
Suelo ser un tipo efímeramente social, tal vez, una o
dos reuniones parezca encantador, social, pero después soy apático y amargo,
porque realmente ya no tengo nada que decir, porque lo que realizo
cotidianamente, incluso lo que pienso, no tiene nada que ver con el resto.
Así que prefiero dialogar, reflexionar, aprender,
aprehender, analizar, etc, lo que elijo como lectura. Porque se suele
enjuiciar, generalizar, ostentar, y de todo eso me es muy difícil intercambiar
opiniones.
En definitiva, los refugios que tengo hoy, son los
conciertos de rock de bandas que elijo, leer, aprender idiomas (que no aplico un carajo lo que leo),
salir a caminar, ir al cine o ver alguna película en casa.
Todo lo demás me parece un sucio mercadeo que excede
lo esencial y aparecen conceptos como culpa, responsabilidad, deuda y otros
duros conceptos. Ya se que me conviene, porque no puedo vivir sin la
interacción con el otro para dar y recibir cariño, jugar a juegos de más de 1,
compartir momentos que pueden resultar divertidos. Que sin esto último no se podría complementar
con el 75% de las acciones de mi vida que son en soledad.
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