Sabía que iba a ser una mañana lluviosa, fría y pesada para llevarles los artículos de limpieza y las galletitas a mi hermano.
Costó salir de mi hogar por sentir algo de nervios, pero preparado para impulsar la paciencia como una actitud omnipresente en el trayecto largo que me esperaba. Me tomo el tren con tranquilidad, ya recibiendo un mensaje del encargado del hogar con el mensaje de mi hermano para saber cuando iba. El mensaje es porque el tenía memoria de que el 13/07 yo iba a ir a visitarlo. A las 9 envió el mensaje, escribí que en una "hora y pico" arribaba.
Al llegar Ituzaingo se largo a llover y lamentablemente tenía el viento en contra, los pies helados, la goma de la bicicleta que no tenía agarre al pavimento lo cual se me hacía muy pesado avanzar con cierta prestancia, sino que siempre tenía que hacer más fuerza de lo "normal". Es decir, esto es porque la goma de adelante no llegaba a inflarse del todo y la envíe a arreglar dos veces a una bicletería cerca de mi hogar, pagando la primera vez 300 pesos y la segunda 500 pesos. No es mucho, pero es un montón porque el arreglo no fue hecho correctamente.
Llegué ofuscado, luego de un camino con muchos trayectos abnegados de agua, de mal humor, helado y agotado a ver a mi hermano. Hace dos años con un día similar lo insulté de arriba a abajo y le eché en cara haber ido, como esos imbéciles que tanto recrimino por quejarse de los piqueteros y de los pobres en general. Entonces actué como "debía" actuar, que fue tratarlo bien, escucharlo, tratar de cumplir con lo que me pedía como cosas por celular, le di dinero, nos reimos un poco y me retiré.
Al regreso, no aguantaba más, los muslos estaban durisimos y débiles, me paré 20 minutos para tratar de inflar la rueda, pero jamás llegaba al óptimo. Entonces voy por Patricios despacio y vislumbro luego de 3 kilómetros un carte de bicicletería: "Arreglos, respuestos, accesorios". No había una bici y tenía dos o tres respuestos.
Le solicito de inflarla, el tipo lo hace y ve que no llega al máximo y me dice: "Que el pico no es lo suficiente largo para que agarre todo el aire". Le ruego si me puede cambiar que iba lejos. Me dijo que buscaba uno y lo ponía. Sacó el pico, le puso otro y la bicicleta infló genial.
Le preguntó cuanto es, no lo escucho, y le explico que traté de inflarla pero era imposible, el tipo me dice que no iba a lograrlo que iba a ser peor. Le vuelvo a preguntar "¿Cuanto es?" y me dice "50 pesos". Yo me quedé aturdido, confundido y perturbado, no sabía cuanto darle ya que 50 pesos es un tercio de medialuna, es una bicicletería que seguramente no tiene casi clientes por dia, nada que ver la de cerca de casa que la afluencia de tránsito es, sin exagerar, 100 veces mas. Le di 100 pesos, el agarre fue perfecto y me arrepentimiento era altísimo por haberle dejado tan poco dinero.
Llego a la estación y en Morón se desmaya alguien, lo cual se queda 20 minutos parado. En Haedo decide ser rápido Liniers, Flores, Once, lo cual me bajé en Flores y aún mojado y muerto de frío tuve que hacer otro trayecto con la bici, pero ya con más agarre, cosa que en una bicicletería burguesa de Caballito no pudo con una humilde bicicletería de Pontevedra (Merlo). Diferencia extrema de un lado y del otro.
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