La imagén retrata a como veo la pelota de fútbol en todos sus ámbitos.
El entusiasmo se va disipando en cada paso, incluso en despertarme cada mañana. No soy partidario de la muerte, porque voy hacia cada satisfacción mínima, que si caigo en comparaciones, promocionaría e intensificaría las ganas de matarme. Pero me sé errante y que el bolsillo de los "entusiasmos intensos" está cada vez más roto.
Muchas veces me hablé de moderación, aunque hay me resbalo de la misma, para tener que cambiar por otras estructuras que me permitan seguir marchando. ¿Estructuras? Si, porque vivir el caos no es buen negocio, y caminar de estructuras de otres, me angustia mucho más.
Mis estructuras, en un plano pragmático y razonable, son fútiles, improductivas, e incluso parecen excrementos, pero son mi mal menor, aunque no deja de ser un mal.
¿Que es un bien hoy? Realmente no lo sé, tal vez la satisfacción de algo que dura 5 minutos, como sacar la saciedad al comer algo sabroso.
Pero, vamos al punto, de algo que ocurrió el sábado dos de abril del presente año. Fui a jugar con el pie medio flojo, porque ya la semana anterior trabé con alguien y el juanete me quedó adolorido. El hacer "perro boca abajo" o apretar el dedo pulgar del pie, hizo (y haca) que el dolor se intensifique.
Fui a jugar a la pelota, con la bicicleta, donde como ultimamente no "cazé" un fútbol en como pararme, al patear la pelota me dolió mucho el empeine y al dibujar ciertos giros también.
No obstante, el partido era muy parejo. Yo fui al arco, y sentí el clima ríspido que se vivía dentro de la cancha, el mejor jugador (el que concretó más goles) se lesionó y tuvo que entrar un muchacho que no tenía la menor idea donde estaba parado. Los del otro equipo llegaron constantemente a mi arco. Yo sacaba todas las pelotas que podía.
Hasta que acaeció lo determinante, en cuan origina la consecuente decisión de no volver a jugar (más o por un tiempo) con esta gente. Quedamos arrojodados en el piso con un hombre, lo cual la cabeza queda cerca de mi gluteo, yo estaba mirando hacia otro lado para salvar una pelota, y cuando desequilibrio (ya que estaban en cuclillas), involuntariamente, caigo con la rodilla sobre su cabeza. El hombre dijo que "le pegué una patada en la cabeza", lo cual se paró a putearme, y yo lo miré atonito, hasta que adelanto un paso y me pegó un cabezaso.
Eso me entristeció, además fue fortalecido por los otros que decían que le pegué una patada en la cabeza, que cobre penal, que estoy loco. Sólo calentura de ellos, porque el tipo les vendió "la patada en la cabeza".
El partido siguó ríspido, pero yo ya me quería ir, porque la decepción fue grande, porque la violencia fue adrede y el enojo de los demás me sobrepasó. Los de mi equipo festejaban, yo pagué, me cambié y me fuí.
Como Kafka escribió en sus libros implicitamente, todos van a tratar de perjudicarte en esta "competencia", incluso aquellos parecen que quieren ayudarte. Esto les sucede a las personas débiles y con poco interés a esparcir. Kafka no tuvo la suerte de vender tantos libros en vida.
Mientras tanto, el fútbol de los sábados a la tarde se clausura, se cambiará o dormiré la siesta (que es lo más cómodo y menos triste que hago).
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