Quería culminar el año de alguna manera de “reviente”. Dos posibilidades he planteado. La primera es
una noche de alcohol hasta no poder más, donde bajo esté estímulo etílico, la
mente se relaja y vuela. Cierta alegría
brota de mí. La otra es hacer una
actividad más estoica, que es correr una maratón; imponerme sobre mi promesa de
no correr más esa distancia. Decidí, por
la segunda, principalmente por mi conexión con el paisaje, la música, con mi
mente y con mi cuerpo; adquiriendo sensaciones relajadas y de vuelo.
Estructuro la jornada maratónica.
Los miedos
Antes de correr, por experiencias pasadas, y con la mochila
de mi última maratón realizada en Sao Paulo – Brasil, tuve temor a:
·
Paspaduras en axilas y en zonas aledañas de los
testículos.· Dolor de las articulaciones por impacto: sobretodo en los aductores y tobillos.
· Ampollas en los pies
· Insolación por la excesiva exposición al sol
· Deshidratación y falta de provisiones.
· Mareos y baja presión.
Algo de esto hubo pero no fue tan terrible.
Indumentaria
No utilicé calzón, el pantalón tenía suspensor, de manera
que pueda rodar con las partes genitales
más libres. Me puse vaselina en los
pies, Aerogal en las axilas, en el pecho y en alrededor de los genitales. La musculosa usada fue la del Cruce de Los
Andes del 2008, que tiene como referencia a Kimberley de Mar del Plata y a
Michel Platini. Las zapatillas que me
puse son unas baratitas de un Nike Outlet.
Gorrita blanca y anteojos en la cabeza.
Bloqueador por todas partes.
La Antesala.
Desperté a las 5 y 20, remoloneé en la cama para aprovechar
½ de sueño adicional, pero no pude, la ansiedad y los nervios me
envolvieron. Me bañe, fui a desayunar en
el único lugar abierto de la peatonal San Martin: un café con leche con tres
medialunas, leí La Capital, descomprimí en el lugar y me fui al hotel a
prepararme.
Junto a Fabiana y a Franquito, agarramos el auto, fuimos a
la largada en Juan B. Justo al 0, al lado del Puerto y el Campo de Golf. Oriné en un arbolito y ya estaba listo para
arrancar. Mucho calor por ser, casi, las 8 de la mañana. Saludé a sala con
fervor y largamos.
La Carrera
0-3 km: Mucha gente por todos lados, los que corrían 10, 21
y 42, estaban todos juntos, y había que estar atentos para pasar gente o que no
te empujen. Saludé a Paula, irongirl, que hacía mucho que no veía.
3-10 km: Retornando al Campo de Golf, la muchedumbre seguía
pero más dispersa, la subida a Playa grande costó enorme energía. Abracé a
Gerardo Re, no me dejo picotearlo, me dijo que estaba flaco, intercambiamos una
charlita corta y el prosiguió camino. En
mi mp3 sonaba “Si quieres nos vamos a Mardel a navegar o al Hermitage” y todos
los años, me las ingenio para pasar por la puerta del Hotel Hermitage cada vez
que suena. Saludo con beso y abrazo a Fernando que siempre me paro a saludarlo
a él, al padre y a la esposa en Costanera Sur. El Casino, Punta Iglesias y la
entrada a La Perla me llevaron a cumplir los 10k. Con dos puestos de avituallamiento que me
refrescaron, hicieron que no sintiera calor y esté bien.
10-16 km: Por el kilómetro 11 se me pega Facundo, compañero
del Cruce y de tantas carreras, lo saludé con un beso y abrazo. Charlamos de
las carreras, de las especulaciones sobre las mismas, que en estos casos, es
mejor no guardarse y correr lo más cómodo posible; de lo que hicimos este año,
de la vida en general. Por el otro lado
pasaban compañeros de Platini del cruce del 2008, que rodaban la media maratón. Me despido de Facu con un abrazo y la carrera
comenzó a ser mucho más solitaria en hábitat y participantes.
16-24km: Aquí me pasa el conductor televisivo Martin
Liberman, muchos corrían escoltados con bicis o pacers. El sol no cesaba, pero
la brisa menguaba, un poco, el calor.
Aquí, la euforia creció más, balbuceaba algunas canciones que hacen referencia al mar y
existencialistas. En el 20 como media
banana, y llevo 4 kilometros una naranja.
24-32 km: En el 24 km tuve la desazón de que deje de
funcionar el MP3, por haberlo expuesto al agua que me tiraba a la cabeza. No
logré arrancarlo, y dije: “Bueno, bancate 18 kilómetros sin música, vos podés,
no pasa nada”. Era mucho, calculaba
menos de dos horas más. Dimos la vuelta en el 26,1 para volver a Santa Elena,
antes vi al bestia de Frega, a Mariano Leguiza, y a un montón que saludé. En el
27 y pico me cruzo al pampa Daniel y me dice: “No doy más, Seba ¿Me llevás al
puesto 28?”. Le doy aliento para que llegue, pero Dany, estaba desecho. Llego
al 28, y trato de revivir al mp3, perdí mucho tiempo en vano, me tomo un
gel, saludo a la esposa de Fernando y
salgo corriendo al 32, dialogando con Diego Manzur y Leo Bugge (dos ultras de
puta madre) que me pasan como poste. Ya tenía el famoso nudo en la garganta y
un poco de nauseas, deglutí, muy
lentamente, pasas y almendras.
32-42 km: Me quedaban 10 kilometros, el sol hacía más
estragos en mi cabeza que la ayudita del agua y del viento. Los voluntarios
fueron unos genios porque te mojaban y te trataban bien. A partir de aquí no
dejé de agradecerles por su trabajo y su atención. Llegué al 36 casi todo corriendo. Pero desde
acá, mi energía era bajísima, pensaba en el olor que tenía el pantalón y me
reía. Me mimaba, con frases para preservarme: “Corré cuando quieras, cuídate
que a la tarde vas con los tuyos a Aquasol, y no vale la pena la resaca”. Así que alterné caminatas y trote, durante
estos 6 kilómetros, mucha gente me pasó y me invitaba a correr con ellos. Yo
seguía agradeciendo.
Los paseantes del
lugar no respetaban mucho, ya que andaban en zigzag con sus bicis, mirando para
cualquier lado y casi me atropellan. Un
corredor de remera naranja se preocupó de mi estado, ya que no tenía palabras
para contestarle, y deliraba. El sujeto puntualizó esto y me cuidó unos
instantes, porque me mostraba como si estaría por desmayarme. En el kilómetro
41, un corredor custodiado por dos bicicletas y otros corredores, me llamaron
para rodar con ellos, y me decía: “Punta, talón y soltura”, le hice caso
dócilmente y me sentí cómodo (¡lo hubiese encontrado antes!) Faltando
doscientos metros estaba Fabiana con una sonrisa de oreja a oreja, yo me
contagié y disparé emocionado y feliz a la meta, imponiéndome a mi “nunca más”.
Por suerte no tuve sobresaltos después de la carrera:
Coca-cola, papas fritas, sombra y masajes en un periodo de una hora y pico, me
volvió la energía para disfrutar de la estadía en Mar del Plata.
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