jueves, octubre 30, 2014

Vivir en pensión















El lugar donde uno vive, para mí, es fundamental. Tener un hogar, por la falta de estabilidad laboral que llevé, más lo difícil que fue acceder a crédito, los precios abismales que tienen los departamentos, de no heredar viviendas y mis caprichos de vivir en Caballito, jamás se me ocurrió tener mi departamento propio.

Nací en Villa del Parque, ahí viví 12 años, luego Olivos 2 años y después en Paternal 9 años, Caballito, a partir, de los 23 años a los 36 años, sólo en dos dptos. Conviví hasta, ahora, los 39 años, como mencioné en un apartado anterior.

Después de la maratón de Buenos Aires, y con el objetivo de mudarme en primer plano, me fui a buscar pensiones, por Caballito y Flores. Una nueva tarea, un nuevo mundo, un “no me queda otra”.

Comencé mi raid, en uno cerca de la estación. Tenía que compartir el departamento con un tipo, y cada uno tenía su habitación, me descargué de mi situación, pero me parecio un tanto raro, y me dio miedo, aunque se habitaba, a partir del primero de Noviembre y no podía esperar ni un dia más. 

Luego llamé a un par y no me cerraron el precio. En uno daban clases de yoga y no se comía carne.
En uno de la calle Valle, por la parte inglesa de Caballito, tenía una pieza, donde era menester comprarme anafe y heladera. La habitación era sencilla, pero no me convencía.

Luego, cerca del Parque Chacabuco, era sólo para compartir una habitación con dos camitas, muy chiquita. Al lado de un vivero, cerca de Flores, era una zona mala, la casa chorizo, y las habitaciones muy oscuras. Hasta que me quedé con la última cerca de la facultad de Filosofía y Letras. Muy cansado le dije que “sí” a la chica que lo alquilaba. El precio medio carito, por los servicios que contaba.

Los tres días que me quedaron de convivencia, traté de que sean lo más agradable posible, por suerte, la otra parte también y nos compartamos como en la cotidianeidad.
El sábado que me mude, luego de cargar todas las cosas, se pinchó la goma del auto, eso vislumbró lo duro que iba a ser todo.

Conocí a la gente, los primeros son una persona que, trabaja de chofer y que me tiró cuanto ganaba, así como si no fuera un tema tabú. Su compañero, una persona de unos años más grande que yo, estudia abogacía, y es muy divertido.
También hay un pibe de gran sensibilidad que sufrió ataques de pánico. El profesor de paddle, un chico de Perú que le gusta bailar salsa y el colombiano que es el más aislado de todos.

Todos hombres compartimos un espacio, en mi caso, mi interacción es cuando compartimos el comedor, luego hago lo que se me canta, cocinando lo que quiera, lavando cuando concluyo mi comida, y entrando y saliendo. El club es mi segundo hogar que uso para bañarme.

Los momentos compartidos y más divertidos son los partidos de fútbol y el domingo que escucharon música alta y tomaban cervezas, mientras hacía mi tarea de la Bolsa. 

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