miércoles, octubre 16, 2013

Maratón de Buenos Aires 2013 – La incómoda.

"Quedaban 7 y pico, las piernitas me costaban levantarlas cada vez más, yo quería una cama para acostarme a dormir, estaba somnoliento."













Las semanas previas al maratón me han dejado un dulce sabor, por el disfrute que tuve en los entrenamientos. Arrancando con un peso de 89 y monedas, bajarlos hasta 81, y saborear la agilidad, dejando atrás la pesadez y voluminisidad corporal. Una metamorfosis rápida y apreciable, porque nunca he tenido tanto pesaje y sentirme tan amorfo. 
Tres días anteriores, jugué al fútbol, era un compromiso que no podía fallarme, porque fue la semifinal. Aunque, tomé ciertos recaudos, cargué mis piernas con movimientos perjudiciales a la carrera. Pero no es argumental, si mido mi no buscada performance.

A las 5 de la mañana arranqué, Fabiana, me acompañó a la largada hasta River, aguantó mis nervios, y a las 7:30’ largamos, junto a Daniel Hernandez y Ruben salimos.  En el primer kilómetro paré para mear.  En el MP3 se escuchó: “Quien es el que gana, quien es que pierde, de que lugar estoy si ganar no me convence”. Los primeros 9 kilómetros mucho canto, a un ritmo raro y agitado, tal vez porque se me alejaba la bandera de 5 minutos el kilómetro. En este trayecto, además de escuchar a Andres Ciro, Intoxicados, y La 25, cuya lírica me identificaba en el momento personal y territorial que me encontraba; volviendo al camino, hicimos Palermo, El monumento a los Españoles, Plaza San Martin.
Al subir por la calle Tucumán, un señor cruzó y como no pude frenar lo empujé con fuerza,  contra las rejas de un negocio. Al cruzar el Obelisco, mucha gente alentó, se sentía bien, pero cuando cantaba forzaba mis energías.  En el Cabildo estaba Micheal Jackson, particularmente, preferí que esté San Martin.
Al ir por Paseo Colón, la humedad comenzó a hacer estragos, no le dí bola, pero seguí el mismo ritmo. En la Boca, apareció un personaje de remera roja que corría cómo si hubiera 3 kilómetros, pero me parece que fue un figuretti. Para absoverle el rol grité: “Viva México, Cabrones”. Muchos alentaban a Boca, porque pasamos por la puerta de la Bombonera, además de la batucada que montaron al lado.
El trayecto por al lado del autopista (17-20) fue chato, y en mi caso, me pasó la mayoría de la gente, me gritaron: “Vamos Mar del Plata”, “El 8 de Diciembre nos vemos”. No me sentía bien, corrí callado escuchando lo que podía.
El tema de la maratón fue “Caminando” de Cielo Razzo, además que caminé bastante, en este caso fue contrariamente, me hizo levantar las piernas y poder completar la media maratón a 5:03 el kilómetro. Igualmente esto trajo secuelas.
Antes del 22 gritó: “A ver si nos despertamos”, mientras canto “Luna” de Cielo Razzo. En el 24 saludo a mis colegas de la Reserva Ecológica: Rolo, Julieta y Federico.
En el 25, mientras gritaba, desesperadamente: “Arde la Ciudad”, al estilo Palmiro Caballasca a mi: “Me hirve la cabeza”. En el 27 le digo a una colega, que estaba esperando a alguien, Cuando tomo mis provisiones en el 27,5, mi caminata fue más duradera, que las que había hecho en toda la carrera. Algo de resto tuve y seguí corriendo.
El 29 fue la peor etapa de la carrera, por la charla que tuve con dos corredores.
El primero tuve la siguiente conversación:
-         Hey Flaco. Estás bien?
-         Si. Por qué? – Le dije
-         Porque vas andando en Zigzag, parece que te vas a caer.
El segundo, de apellido Llanos,  me aconsejó:
-         Ahora, tenés que concentrar en la meta, no hay nada más que eso
-         Falta mucho, prefiero concentrarme en la música, es lo que me da placer - Contesté
-         Está bien, corré con el corazón – Concluyó Llanos

Supongo porque vió que mi fisico no daba. Todavía me faltaba más de una hora, me deprimí, no enganché lo escuchaba de Guasones.
En el 32, tuve otra caminata, con la cabeza gacha y con preocupación, dudando de cualquier estrategia que buscaba, me subyugué en la música y grité como un loco: “Que noche mágica, Ciudad de Buenos Aires”. Soporté hasta el tunel de Sarmiento, hasta cuando subía que volví a caer. Quedaban 7 y pico, las piernitas me costaban levantarlas cada vez más, yo quería una cama para acostarme a dormir, estaba somnoliento.
Al entrar al 37, lo veo a Tomas Jerez, más relleno y con el carrito de bebé me reí y corrí unos metros. El que tenía el nombre “Gonzo” era mi pared, el siempre corría, pero más lento, lo que permitía caminar y trotar.  
El 38, lo veo a Guillermo, un ex compañero de laburo, lo saludo y le agradezco porque me dio ánimo. Corrí unos 3’, y volví a caminar.

En el 40, la querida Rosa, me dice: “Ahora la recta final con el corazón. Vamos Seba”. Comí un higo, me concentré en Villanos y en Cuentos Borgeanos y me permitió arribar a la meta, cabizbajo, porque no disfruté la Maratón como en otras ocasiones, aunque con, por el dentro, con el sabor dulce de haberme sobrepuesto a culminar una Maratón más.

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