Recuerdo, hace un largo tiempo, cuando descubrí que Internet contaba con el chat, y con lugares para citas.
El chatear por primera vez con una persona, me activaba las fantasías en todo su esplendor, recuerdo que encontrarse a tal hora, con esa persona en “que conectaste de alguna forma”, me daba cosquillas en el estomago y me generaba mucha ansiedad.
¡Cuan atractivo era lo desconocido para esa época! y que fácil uno podía enamorarse por una relación virtual.
¡Cuan atractivo era lo desconocido para esa época! y que fácil uno podía enamorarse por una relación virtual.
Luego pasamos al teléfono y hablamos largas horas, ya nos habíamos instalado en nuestras cabeza, solamente estaba pendiente el vernos y el encuentro fue mágico y grandioso.
Mi primer cita por Internet había sido un éxito más allá de lo que pudo pasar después, el día del encuentro esperado, después de tantas semanas haber chateado nos benefició a los dos e Internet nos acercó y confirmó nuestra conexión a través de situaciones cariñosas.
Pero hubo otras situaciones que me bloquearon y me hicieron sentir el hombre más feo del planeta, por ejemplo la que relato a continuación:
Resulta que yo chateaba con otra mujer y a la hora de describirme, ella mostró un alto entusiasmo por mis características físicas superfluas, le dije que soy rubio de ojos celeste, y eso le bastó para convencerle de que quería verme, por medio de justificarme con “¿para que sirve el filtro o la perorata de conocernos vía virtual?”, etc, etc.
Resulta que yo chateaba con otra mujer y a la hora de describirme, ella mostró un alto entusiasmo por mis características físicas superfluas, le dije que soy rubio de ojos celeste, y eso le bastó para convencerle de que quería verme, por medio de justificarme con “¿para que sirve el filtro o la perorata de conocernos vía virtual?”, etc, etc.
Hablamos por teléfono y le repetí la descripción y ella expresaba en su voz un grado de entusiasmo. Para mis adentros me decía: "Uhh está es la mía se me va a dar", “Que bueno que se den las cosas con esta grado de sinceramiento y de simplicidad” yo mismo me llenaba la cabeza con una imagen mental de que materialmente no soy realmente, hablando de parámetros de belleza, es por eso que me abstraía al imaginario de ellaNos encontramos en Santa Fé y Callao, en la puerta de un lugar que no recuerdo el nombre, ella tardó 1/2 hora, apenas llegó me saludo fríamente y entro al lugar, nos sentamos y antes que omita palabra ella me dijo:
- Ah no te conté!. Pero arreglé con mis amigas dentro de X tiempo.
- Ok. ¿ Que querés tomar?
- Una Sprite
Mis diálogos fueron forzados, incoherente y sin ganas de cambiar el rumbo, yo estaba entregado a su veredicto, y ella no mostraba compasión alguno, solo su privilegio de haberme rechazado.
- Una Sprite
Mis diálogos fueron forzados, incoherente y sin ganas de cambiar el rumbo, yo estaba entregado a su veredicto, y ella no mostraba compasión alguno, solo su privilegio de haberme rechazado.
Luego del encuentro, mi ánimo se fue al carajo, ya no tenía entusiasmo, solo decepción y frustración, pensaba en algún cirujano de turno por ahí, pero bueno finalmente preferí aceptar mi sentenciada fealdad.
1 comentario:
Compañero, sigo bastantes cosas de tu blog. De hecho, te tengo ubicado del foro psicofxp y en general coincido bastante con tus posteos. Dotás a tus comentarios con un toque cínico (en el buen sentido) que me parecen interesantes.
Me pregunto si leíste "Ampliación del campo de batalla" de Michel Houellebecq. Con varias cosas quizás yo no coincida, a veces no me parece del todo consistente en sus planteos, pero tiene algunas cosillas interesantes. Tiene un párrafo bastante famoso:
"Definitivamente, me decía, no hay duda de que en nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de diferenciación, con completa independencia del dinero; y se comporta como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como éste. Por otra parte, los efectos de ambos sistemas son estrictamente equivalentes. Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la "ley del mercado". En un sistema económico que prohibe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohibe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad. A nivel económico, Raphaël Tisserand está en el campo de los vencedores; a nivel sexual, en el de los vencidos. Algunos ganan en ambos tableros; otros pierden en los dos. Las empresas se pelean por algunos jóvenes diplomados; las mujeres se pelean por algunos jóvenes; los hombres se pelean por algunas jóvenes; hay mucha confusión, mucha agitación."
¡Saludos!
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