domingo, abril 03, 2016

Coplasando en un aeropuerto, sin documentos.













El año pasado me confundí la fecha del viaje de regreso de Nueva York a mi hogar. Está vez me sucedió algo más extraño y más estúpido.  En estos casos el que más se vapulea soy yo mismo, retándome por el sufrimiento de la amnesia.
Estábamos, junto a mis compañeros de trabajo, a embarcar por TAM, y las filas 15 a 28 embarcaba primero, y yo estaba en ese rango.  Yo tenía la billetera en la mano, y una idea magníficamente patética fue de colocarla en el revistero del asiento.  Esperamos unos 15 minutos, a los del otro sector y no llegaban.  El altoparlante comunicaba que en Buenos Aires había mal tiempo y no podíamos despegar, que teníamos que bajar del avión. Agarré mis cosas, menos la billetera, pero en ese momento no me he dado cuenta.

A los 20 minutos, mientras leía un libro en los asientos de espera me acordé. Fui al portón 304 que era donde habíamos embarcado, y me dijeron que le comunicaron a alguien, y me indicaron que me dirija a la 314. Fui a las 314 y un señor, muy asosegado me dijo que no me haga problemas, si había dejado la billetera ahí, iba a estar allí.   La billetera, además de dinero, contaba con  toda mi documentación: DNI, Licencia de conducir, tarjeta de débito y de crédito, la SUBE, tarjetas de descuentos, etc.

Cuando volvimos a embarcar, me separaron y me dijeron que no encontraron la billetera. Comencé a desvariar y a inculpar a los que me dijeron que esté tranquilo. Mis compañeros de trabajo estaban esperando el desenlace, por si me sucedía algo, uno de ellos me dio algo de plata y embarcaron. Me preguntaron si tenía algún familiar, y dije que no, que es la verdad: “Soy solo”. Ellos me amenazaron que me iba a quedar, y yo impuse una resistencia totalmente incoherente: “Como me voy a quedar? No tengo plata”. 

Finalmente dieron el visto bueno y autorización para que suba de última al avión. Al no ver la billetera, las dos horas y media que duró el vuelo, me auto-castigaba con reprimendas sobre lo que había ocurrido: “Que soy un pelotudo” “Que como voy a tener toda la documentación y dinero junto” “Que ahora todos los trámites que tengo que hacer”, “Que hago si no me alcanza el efectivo de mi casa”, “Que no aprendo más, que mi amnesia es patética” “Que vida de mierda que me inculco” “Que no sirvo para nada”, “Que soy un inútil” y una gran cantidad de insultos que me merecía. 

Llegué a Aduana sin documentos, y me demoraron, pero me trataron amablemente y me solucionaron el problema, imprimiendo mi última copia del vuelo de ida.  Uno de mis compañeros me esperó y me prestó dinero que me sirvió para pagar la denuncia por extravío y pagarle la propina al remisero que, por suerte, estaba incluído en la cuenta corriente de la empresa. Arribé a mi hogar con un dolor de cabeza insoportable, y me costó dormirme. Me quedé viendo en la computadora, todos los trámites que tenía que realizar, anotando direcciones, requisitos y demás asuntos burocráticos, que realmente odio.


Hay parejas que siguen estando juntas, a pesar que ambos cambiaron su comportamiento en diferentes direcciones, pero se bancan, porque el precio de vivir sólo es enorme y todo lo que eso implica, lo entiendo. En mi caso, la burocracia, asunto que aborrezco, siempre está junto a mi, a pesar de lo que me causa. Tener que comunicarme con cada uno de los documentos que he extraviado, y pedir turnos, y buscar alternativas o atarme a las reglas que ellos imponen ante mi desesperación.  Entiendo que el dominio que tiene una de las partes con respecto a otra, porque la parte receptora, tiene necesidad. Y tener la necesidad del otro es desesperante, y me da mucha vergüenza. 

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