viernes, mayo 07, 2010

A maratona destructora - Sao Paulo



















El periodista Beto Casella, en su programa de radio, contó si alguien que corre puede disfrutar, con la cara de sufrimiento que muestra. Y comenzó a realizar cuestiones sobre ello y a la vez a proponer una vida más ociosa, sedentaria y epícura, dando ejemplos de músicos y escritores que no están atentos a los cuidados nutricionales y corporales. El longevo es el que no hace nada (hasta tienen el lujo de adquirir ciertos vicios) y que los deportistas mueren antes.
Realmente fue un incentivo a mi reflexión, yo tengo la idea de que todos poseemos un quantum de energía y que con tanto sacrificio, mala sangre, dientes apretados, hacen que el mismo se gasta.
En fin, particularmente yo sigo insistiendo en pruebas desgastantes, ¿será la costumbre? ¿La estructura de mi vida?.


El sábado a la noche se quebró el reloj en la habitación de hotel de Sao Paulo. El domingo, luego del gran desayuno brasilero, pegué el metro y caminé unas 15 cuadras hasta el velódromo cerca del Parque Iberapuera, acompañado por un tipo de Goias, que casualmente me encontré en el camino.


Tomamos el micro que nos condució a Roberto Pinheiro, que era el lugar de largada, dejé las cosas, traté de buscar algún tipo que no sea brasilero y fue en vano, en la maratón de Buenos Aires había encontrado muchisimos brasileros, chilenos, entre “atletas” de otros países.


Quince minutos después del himno de Brasil, comenzó la carrera, más o menos a las 9 de la mañana, el primer paso fue subir un puente, lo cual no costó, porque eran los primeros metros, a los dos kilómetros paro para orinar. Seguimos por el costado de una autopista y comencé a establecer el ritmo, ya que balbuceaba frases de canciones.
En el kilómetro 7 y poco nos metimos en un tunel, comencé a cantar Carlos Baute, con la repetición de “cuidado”, pero luego en ese túnel hubo una súbida quita piernas, adicionando el calor que se emanó de ese tunél, se me hizo un nudo en la garganta y tuve que dibujar una cara de orto, por la concentración.
Salimos del túnel, en el kilómetro 9 y poco, agarre una provisión de agua, caminé para tomar y reestablecí el ritmo.


En el Jockey club, en un túnel de unos 400 metros, tuve mi momento más alegre cantando “Me amo” del Cuarteto de Nos, y gritando bien fuerte: “Por eso brindo por mi”, haciendo alegoría al narcisismo y el egocentrismo que hay guardado en cada una de las personas.
En el kilómetro 11 me callé la boca, hasta que llegamos a un gran boulevard de unos tres kilómetros de ida y tres de vuelta, lo cual a la ida, hubo una subida leve y a la vuelta su respectiva bajada.



El calor ya se hacía sentir, el agua no tenía buen gusto, ya que tenía demasiado cloro. Pero, a pesar del cansancio, pude completar la media maratón con algo de energía, donde luego de pasarla, hubo un puente cuya subida costó. Aquí un corredor me dijo: “Argentina 3”, haciéndome el gesto con sus dedos.
En el 22, entrando en el Parque Vilaslobos, me sentí contento cantando “Gimme the power” de Molotov, gritando bien fuerte: “Viva México, cabrones”, canción que se queja del norte y del manejo politico, si bien la temática es trillada, creo yo que está muy bien hecha y es una de mis favoritas para trotar. Otro momento arriba y feliz.


El calor seguía haciendo estragos, en el 23 tomé Gatorade en un vaso de café ya que había un puesto con un tanque y el tipo se tomaba su tiempo para servirlo.
En el kilómetro 25, muchos terminaban su prueba, ya que hubo pruebas de 10 y de 25 kilómetros.
Yo seguí trotando, con el sopor del calor, y con el cansancio que acrecentaba exponencialmente, el 28 una subida me desbastó, aquí trotaba y caminaba, estrategia no tenía, cara de resignación, sí. Canciones como “Mas de Nada”, “Culpables” y “No mirés al cielo”, hicieron que pueda trotarlas todas, pero los kilómetros no llegaban más. En el 29 agarré un gel.
En el kilómetro 33 había un puesto de Gatorade, donde hubo fila para que alguien les de, pero se le acabo, lo cual tuve que cruzar para ir al kilómetro 23 (que era de la otra mano dentro del bolulevard que estamos transitando. Tomé gatorade, caminé bastante, tratando de reestablecerme, ya que me sentía mareado. Salimos del parque en el kilómetro 34 y comenzamos a transitar hacia el Iberapuera, pasando por los mismos túneles y corriendo en las bajadas, y caminando en las súbidas, ya que cuando las veía bajaba la cabeza y caminaba con brazos en jarra. En el 36 hubo un puesto de naranja, pero que es porque una señora tiene un naranjero y le ofrecé a los corredores, no está provisto por la organización, que solo te da agua y casi nada de Gatorade.
Los kilómetros se hacian largos, así como las caminatas, estaba desvastado. Miraba a los corredores que caminaban y los invitaba a trotar conmigo, pero duraba poco.
A esa altura cantaba poco y mi cara de traste era omnipresente, en fin en el 41 siquiera pude correrlo todo, hasta que vi las gradas faltando 500 metros hice gesto, bailando “Luz y Compañía” y llegué a la meta, con los brazos en jarra y mareado de la insolación, de la falta de energía y de resistencia.


Una de mis peores maratones, en sentido tiempo y sufrimiento, pero no importa, la pude terminar, aunque no disfrutando tanto, solo la primera mitad y muy poco de la segunda.
Luego tos seca, baja presión y vómitos hicieron que me reestablezca, planteándome lo del sedentarismo y de la vida más ociosa.

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