miércoles, diciembre 11, 2013

Maratón caliente en Mar del Plata 2013





"Mis pensamientos se basaban en correr hasta donde pueda, mientras sea más de un kilómetro, y luego al parar para caminar,  establecer objetos referenciales como punto de largada para volver a trotar"



Y por fin llegó el día, luego de tanto ensayo y entrenamiento. Mar del Plata, nuevamente, es rotulado, como el acto de fin de año. La quinta vez que me desafié con la Maratón, también participé en 3 Medias Maratones y 2 de 10. Desde el año 2002 que Mar del Plata es una fija para recorrer la hermosa Costanera que tiene.


El día comenzó más o menos, no puedo decir mal, pero es algo que me tiró abajo. Saludo a una persona de una agrupación y me dice: “Tranquilo, no?” una burla para deshacerme de mi, otra persona, también, mujer, me saluda y me dice ya vengo. Yo, ingenuo, la esperé, pero no vino. Me sentí como en el boliche: “Voy al baño y ya vengo” y no regresa más, con la diferencia de que esto lo hice por respeto. Además, esta gente, como son exclusivos, pusieron una cinta para que los demás no accedan. Mi sensación fue asco y arrepentimiento por saludar a gente que no me hace bien tratar. En definitiva, es un aprendizaje.

Al llegar a la largada traté con personas más agradable: El flecha, Alberto Martin y Marcelo Spinelli. Por suerte conversando se aplacaron los nervios.

Sin darme cuenta, largamos, comencé con Estelares: “Aleluya”, canción que tiene la participación de Enrique Bunsbury. La frase para comenzar y haciendo alegato a la maratón: “Dame amor, hasta acabar”. El camino contó con un sinfín de sensaciones, una síntesis de la vida misma.

Mucha gente amontonada, tratando de esquivar y dejar que me esquivan. El detonante de la largada se mantuvo como todas las ediciones que participé, el clásico disparo.

En los primeros kilómetros lo que me preocupaba adonde iba a orinar. Mientras se descomprimía la gente, meé en el kilómetro 3, en el medio de la primera cuesta de Cabo Corrientes, tratando de no exhibirme a la gente que caminaba por la vereda, aquí mencioné y me identifiqué con un deseo del siguiente párrafo de una canción: “Estoy riéndome, son todos amigos. Solo me falta amor, verte nadar en el mar. Veo las olas romper…”

En el 4, con el tema nuevo de Calamaro: “Tantas veces” que pide “Perdon” en muchos pasajes de la canción, entramos a la escollera y fue como ingresar al horno. El calor aquí fue muy agobiante y todavía faltaba un 90% para culminar el trayecto. Por supuesto que me preocupé. El camino iba y venía (1 y 1). Cuando volvíamos para la Costanera, la gente que entraba a la escollera fue demasiada, se notaba que corría apretada, cosa que, por suerte, no me ocurría.

Cruzamos el túnel, grité la canción de Andrés: “Cuando no estás”, para hacer eco y darme fuerza para subir la cuesta durísima de Playa Grande. Aquí, el “colo” con su mochila me pasa como poste y le dije: “Vas por el 1:30”…”Estás loco, voy por 1:45” Ibamos a 5:15/5:20 el kilómetro. Un chico me seguía mientras emitía alaridos de “Pasos al Costado” de Turf. Gente vestida de celeste ya caminaba en el 7 y pico. La subida del Torreón resultó corta y empinada. Aquí comencé a sugerir: “Muevan mucho los brazos para subir, vamos”. Las cuestas es algo que practiqué mucho en los entrenos y hacer uso de los brazos me alivianaba realizarlas.

A mi sorpresa, entramos por la terraza de la Bristol, un tanto caliente el asfalto y la gente alentaba, tomé Gatorade. Cabe destacar que en estos 10 km tuve 4 puestos de hidratación, usé sólo dos, porque no necesité en ese momento más. Nos juntamos, al salir de la Bristol, con los de 21km. Mayoría de remeras fucsias, con algunas verdes que se mezclaban y otros colores neutrales.

En el kilómetro 13 fui repudiado por la gente de mi alrededor. En mi auricular sonó: “Azul” de Cristian Castro, yo grité la letra y ensaye un “baile” extraño. Uno me dijo: “Dale Rosca, dale dale”. Otro: “Callate”, y el profesor o guía que llevaba a un grupo de entrenados me retrucó con: “Dale, Gil, anda para adelante pelotudo”. Me sentí mal anímicamente, no estaba con amigos, sino todo lo contrario, ellos eran adultos y yo un niño sólo y raro. Luego intenté tener guiños con el público con las canciones: “4 personalidades” y “Yo no me quiero casar”, por fortuna tuve sonrisas y aplausos, eso opacó el acontecimiento anterior.

Dimos la vuelta para volver al Provincial y aquí los de la media se apuraban, yo no dejaba de alentarlos. El viento fue casi nulo, las brisas a cuenta gotas eran como pequeños bosquejos de alivio, cada vez que lo sentía me concentré en la cadencia de la respiración e inspiración.

Pasamos el 21, y se fueron los fucsias, ahora los verdes nos quedamos sólos. Al llegar al 22, pensé en el primer acontecimiento: cuando la señora me dijo “Tranquilo”. Con los dientes apretados, pensé: “Adonde mierda puedo estar tranquilo para subir esta cuesta”, mientras tanto emitía el rezo: “Solo estoy sobreviviendo”, otro corredor levantaba la mano aprobando mi balbuceo.

Una locutora nombraba los números en el 24 y paré para ingerir banana. Dura se hacía la carrera, pero no estaba tan mal, estaba conciente que tenía piernas para completar los 18 que quedaban. En el 25, casi al entrar a la escollera me encuentro con dos conocidos: Esteban y Sabrina, que no pensé que me los iba a encontrar, me dio pilas para seguir corriendo y cantando. La escollera no fue tan dificultosa como la primer vuelta. Del 25 al 27 lo pasé bien, hasta que subí, nuevamente, corriendo, la cuesta de Playa Grande, y al llegar saludé al hipopótamo y me extenué.

Respiré hondo, bajé el ritmo y el momento de cantar: “Hacer un puente” aligeró arribar al 30 km. Al llegar al Casino, mucha gente haciendo un camino. Como una estrella de Rock les dije: “Afuera llueve y Adentro, ahora conmigo, hay…SOL. Conmigo, gritemos SOL”. Mucha algarabía que me dio un momento de harta alegría.

En el 32, Fabiana, me dio Coca Cola que me vino bien, pero sólo 1 kilòmetro que me desconecte con mi concentración y surgió el cansancio. Caminé, un “amigo” del público, se colocó al lado mio, alentándome y diciéndome que había realizado un esfuerzo enorme, que siga. Yo le agradecí, y le prometí que lo iba a hacer después de comerme este caramelo de mil. Así fue.

Desde el 34 comparaba los trayectos faltantes con: vueltas a la Pista del Chacabuco, vueltas a Plaza Irlanda, canciones que restaban.

Comenzó la música de Tan Bionica y me permitió correr y cantar seguido, unos 3 kilómetros. Mis pensamientos se basaban en correr hasta donde pueda, mientras sea más de un kilómetro, y luego al parar para caminar, establecer objetos referenciales como punto de largada para volver a trotar. Al retomar comenzaba despacio y respirando, y luego me amoldaba. De esta manera pasaba gente que luego me alcanzaba, pero no me agitaba ni alienaba para correr. Igualmente no dejaba de cantar, sobretodo “La Vida”: “Yo a una niña vi correr, hasta el mar ella se fue y allá remojo sus pies”.

En el 40 tuve todos los dolores físicos: El brazo por el roce del brazalete me raspo de sobremanera, los pies hinchados corriendo con unas zapatillas de mierda como las Reebok Verona (que cumplieron su ciclo), en definitiva, 7 de los 10 dedos estaban pinchando.

En el 41, restaban 3 vueltas a la pista, canté, la gente se mostraba contenta porque yo lo hacía, saludé a muchos con palmadas en las manos y sonrisas por doquier. El camino al llegar a la meta fue emocionante, focalizar a mi gente más

Y llegué con enorme satisfacción porque lo pasé bien y con las sensaciones de deber cumplido, porque está maratón fue una síntesis de las sensaciones al descubierto que se sienten en el día a día.





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