miércoles, diciembre 19, 2012

Maratón de Mar del Plata 2012





















Quería culminar el año de alguna manera de “reviente”.  Dos posibilidades he planteado. La primera es una noche de alcohol hasta no poder más, donde bajo esté estímulo etílico, la mente se relaja y vuela.  Cierta alegría brota de mí.   La otra es hacer una actividad más estoica, que es correr una maratón; imponerme sobre mi promesa de no correr más esa distancia.  Decidí, por la segunda, principalmente por mi conexión con el paisaje, la música, con mi mente y con mi cuerpo; adquiriendo sensaciones relajadas y de vuelo.

Estructuro la jornada maratónica.

Los miedos

Antes de correr, por experiencias pasadas, y con la mochila de mi última maratón realizada en Sao Paulo – Brasil, tuve temor a:
·         Paspaduras en axilas y en zonas aledañas de los testículos.
·         Dolor de las articulaciones por impacto: sobretodo en los aductores y tobillos.
·         Ampollas en los pies
·         Insolación por la excesiva exposición al sol
·         Deshidratación y falta de provisiones.
·         Mareos y baja presión.

Algo de esto hubo pero no fue tan terrible.

Indumentaria

No utilicé calzón, el pantalón tenía suspensor, de manera que pueda rodar  con las partes genitales más libres.  Me puse vaselina en los pies, Aerogal en las axilas, en el pecho y en alrededor de los genitales.  La musculosa usada fue la del Cruce de Los Andes del 2008, que tiene como referencia a Kimberley de Mar del Plata y a Michel Platini.  Las zapatillas que me puse son unas baratitas de un Nike Outlet.  Gorrita blanca y anteojos en la cabeza.   Bloqueador por todas partes.

La Antesala.

Desperté a las 5 y 20, remoloneé en la cama para aprovechar ½ de sueño adicional, pero no pude, la ansiedad y los nervios me envolvieron.  Me bañe, fui a desayunar en el único lugar abierto de la peatonal San Martin: un café con leche con tres medialunas, leí La Capital, descomprimí en el lugar y me fui al hotel a prepararme.

Junto a Fabiana y a Franquito, agarramos el auto, fuimos a la largada en Juan B. Justo al 0, al lado del Puerto y el Campo de Golf.  Oriné en un arbolito y ya estaba listo para arrancar. Mucho calor por ser, casi, las 8 de la mañana. Saludé a sala con fervor y largamos.


La Carrera

0-3 km: Mucha gente por todos lados, los que corrían 10, 21 y 42, estaban todos juntos, y había que estar atentos para pasar gente o que no te empujen. Saludé a Paula, irongirl, que hacía mucho que no veía.

3-10 km: Retornando al Campo de Golf, la muchedumbre seguía pero más dispersa, la subida a Playa grande costó enorme energía. Abracé a Gerardo Re, no me dejo picotearlo, me dijo que estaba flaco, intercambiamos una charlita corta y el prosiguió camino.  En mi mp3 sonaba “Si quieres nos vamos a Mardel a navegar o al Hermitage” y todos los años, me las ingenio para pasar por la puerta del Hotel Hermitage cada vez que suena. Saludo con beso y abrazo a Fernando que siempre me paro a saludarlo a él, al padre y a la esposa en Costanera Sur­. El Casino, Punta Iglesias y la entrada a La Perla me llevaron a cumplir los 10k.  Con dos puestos de avituallamiento que me refrescaron, hicieron que no sintiera calor y esté bien.

10-16 km: Por el kilómetro 11 se me pega Facundo, compañero del Cruce y de tantas carreras, lo saludé con un beso y abrazo. Charlamos de las carreras, de las especulaciones sobre las mismas, que en estos casos, es mejor no guardarse y correr lo más cómodo posible; de lo que hicimos este año, de la vida en general.  Por el otro lado pasaban compañeros de Platini del cruce del 2008, que rodaban la media maratón.  Me despido de Facu con un abrazo y la carrera comenzó a ser mucho más solitaria en hábitat y participantes.

16-24km: Aquí me pasa el conductor televisivo Martin Liberman, muchos corrían escoltados con bicis o pacers. El sol no cesaba, pero la brisa menguaba, un poco, el calor.  Aquí, la euforia creció más, balbuceaba algunas canciones  que hacen referencia al mar y existencialistas.  En el 20 como media banana, y llevo 4 kilometros una naranja.

24-32 km: En el 24 km tuve la desazón de que deje de funcionar el MP3, por haberlo expuesto al agua que me tiraba a la cabeza. No logré arrancarlo, y dije: “Bueno, bancate 18 kilómetros sin música, vos podés, no pasa nada”.  Era mucho, calculaba menos de dos horas más. Dimos la vuelta en el 26,1 para volver a Santa Elena, antes vi al bestia de Frega, a Mariano Leguiza, y a un montón que saludé. En el 27 y pico me cruzo al pampa Daniel y me dice: “No doy más, Seba ¿Me llevás al puesto 28?”. Le doy aliento para que llegue, pero Dany, estaba desecho. Llego al 28, y trato de revivir al mp3, perdí mucho tiempo en vano, me tomo un gel,  saludo a la esposa de Fernando y salgo corriendo al 32, dialogando con Diego Manzur y Leo Bugge (dos ultras de puta madre) que me pasan como poste. Ya tenía el famoso nudo en la garganta y un poco de nauseas,  deglutí, muy lentamente, pasas y almendras.

32-42 km: Me quedaban 10 kilometros, el sol hacía más estragos en mi cabeza que la ayudita del agua y del viento. Los voluntarios fueron unos genios porque te mojaban y te trataban bien. A partir de aquí no dejé de agradecerles por su trabajo y su atención.   Llegué al 36 casi todo corriendo. Pero desde acá, mi energía era bajísima, pensaba en el olor que tenía el pantalón y me reía. Me mimaba, con frases para preservarme: “Corré cuando quieras, cuídate que a la tarde vas con los tuyos a Aquasol, y no vale la pena la resaca”.  Así que alterné caminatas y trote, durante estos 6 kilómetros, mucha gente me pasó y me invitaba a correr con ellos. Yo seguía agradeciendo.

Los paseantes del lugar no respetaban mucho, ya que andaban en zigzag con sus bicis, mirando para cualquier lado y casi me atropellan.  Un corredor de remera naranja se preocupó de mi estado, ya que no tenía palabras para contestarle, y deliraba. El sujeto puntualizó esto y me cuidó unos instantes, porque me mostraba como si estaría por desmayarme. En el kilómetro 41, un corredor custodiado por dos bicicletas y otros corredores, me llamaron para rodar con ellos, y me decía: “Punta, talón y soltura”, le hice caso dócilmente y me sentí cómodo (¡lo hubiese encontrado antes!) Faltando doscientos metros estaba Fabiana con una sonrisa de oreja a oreja, yo me contagié y disparé emocionado y feliz a la meta, imponiéndome a mi “nunca más”.

Por suerte no tuve sobresaltos después de la carrera: Coca-cola, papas fritas, sombra y masajes en un periodo de una hora y pico, me volvió la energía para disfrutar de la estadía en Mar del Plata.

No hay comentarios.: