Como una especie de ritual, el cual: me establece, me equilibra y me limita; ya que no veo necesidades de ir a otro lugar que no sea Mar del Plata, en esta parte final del año.
La excusa fue la media maratón, como hace ya varios años, mi motor para viajar y conocer o revolver, como en este caso, a este sitio. Pero el viaje es una excusa, la cabeza es, en realidad, como mimetiza y le da su animosidad al tour.
Arribo a Retiro antes de las 5 y media de la mañana, lo cual retiré el pasaje y me senté a esperar las 6 y 15 para despachar la valija y salir hacia “la feliz”. Un viaje al que tuve que esperar 20 minutos a que me despachen la valija y luego ocurrió algo curioso, sube un señor con asiento mayor a la capacidad del micro.
Me quedé dormido, pero el micro salió una hora tarde, hasta que de repente, me desperté en Avellaneda, con el micro parado a metros del Peaje de Dock Sud y mis oídos se encontraron con la queja generaliza hacia los responsables del micro y el gran descuido de la empresa., por no medir las capacidades de la unidad, por ende teníamos que esperar otro micro, y mientras tanto se escuchaban quejas como esta:
“Yo a las dos de la tarde tengo que entrar a trabajar, no se dan cuenta los inútiles que son”
“Yo trabajo en la secretaría de transporte, ustedes dos quedan despedidos cuando bajemos”
“Siempre tome Rutamar, nunca tuve problemas, y como no conseguí pasajes esta será la primera y última vez que use está empresa”
La gente se “hacía valer”, con exacerbación y cinismo. Atrás mía tenía una pareja, donde el hombre tenía la voz y el aspecto de Pomelo, el personaje de Capussotto y su mujer, una fémina común, y en un momento del paráte ella me contaba (ya que su marido salió a fumar):
“Es el primer viaje que hacemos los tres juntos, esto es un delirio”. Mientras mi mirada estaba centrada en la sonrisa de hija de más o menos un año y mi respuesta fue:
“¿Como se llama la nena?”.
“Delfina, pero no se puede creer es de terror esto, nos están esperando en Miramar…”(bla bla bla).
La cuestión es que en menos de una hora, arrancamos para Mar del Plata y la última queja que escuché fue de una señora diciéndole al acompañante que no le hable al conductor porque lo distrae.
Llegué al hotel, mucho calor y con el cielo celeste hizo que planificará ir a comer y luego a la Playa. Caminé como 15 cuadras para encontrar un lugar que me convenza para comer; ingerí salmón (con muchas espinas) y puré. Cuando salí del Restorán, cayó una lluvia fría, y la temperatura que bajó 15 grados.
Sin dudas no fue mi día, así que fui al hotel a dormirme una siesta y ver el juego de fútbol, y luego, fuimos a cenar con unos conocidos, pero otros ausentes habían quedado y yo había reservado mesas, y la verdad que no tuvieron ningún recelo ni excusa, hacia su falta, y me sentí algo decepcionado y frustrado, porque contaba con ellos, pero bueno, pasan los años y sigo demostrando que, aún, no sirvo para convocar.
A la noche, tuve una especie de cistitis y me auto-paranoiqueé, además la carrera del otro día me daba nervios.
El domingo, luego de la media maratón y un sandwich de milanesa completo, decido alquilar una sombrilla. Me metí al mar dos veces, donde hizo más frio afuera que adentro. La verdad que me entretuve bastante porque las olas me tiraban a cualquier lado, pero mirar el mar, leer, escuchar conversaciones, observar trajo serenidad a mi cabeza. Recuedo las conversaciones entre dos chicos (un nene y una nena) de 6 o 7 años, que acusaban con sus padres que se tocaban “el pis”. Supongo que si tenían 7 años más sería un escándalo, pero causaba, alrededor, mucha gracia.
Iba a ir al Casino, pero me quedé dormido a las 21 hs y me desperté al otro día, donde caminé muchas cuadras por la costa, escuchando música, contemplando el mar de color marrón más hacia la orilla, y verde oscuro en la parte profunda del mismo; y lo que sentía era el viento fresco que era una caricia placentera en mi ser.
Estaba solo, apegado a lo que elegía en ese momento, todo tiene un tiempo limitado, pera al rememorarlo en esta líneas, es como si volviera al mismo.
A la noche me tomo un taxi y el conductor me pregunta:
“Hacia donde va”.
“A Caballito”, le digo. En plaza San Martin, para y me dice:
“Subí el vidrio”. Yo lo miro sorprendido
“Flaco, no lo llevás hasta Caballito”, le dijo a otro taxista,
“Que?”, le digo.
“Me arrepentí”, me dice
Mi rostro denotó enojo, y la ira hizo que le cerrara en forma violenta, el tipo me mira y me dice: “No me cierres así”.
“Perdone”, y retiro la maleta de la parte de adelante del auto, y le empujo con la misma fuerza la puerta.
El otro taxista me comentaba todas las formas de robar que tienen los tacheros, de la mafia de Retiro y yo pensaba que cualquiera es vulnerable a este tipo de sucesos, pero por ahora, soy afortunado. ¿Será que no estoy muy expuesto?
Cada vez que uno viaja pasan cosas raras. Y lo de buscar una excusa yo también lo hago. Tanto lo hago que solo porque encontré hoteles baratos en praga decidí irme para República Checa. BAstante arriesgado no? Y no sabés las anécdotas que tengo. Eso sí, la seguridad impecable...
ResponderBorrarMica
Y si, Micaela. Si no sabes del idioma y allí mucho inglés pueden no enteder, o vos no te expresás bien
ResponderBorrarCaes en una temeraria incertidumbre.
Me imagino que ante tanta novedad, tenés millones de anécdotas.
Saludos
Percho