Cerrando este patético 2012, reflexionaré sobre algunas sub-etapas del mismo.
Sobre un raid de fracasos en el corriente año, partiendo de la
base, que cada etapa de mi vida, se
fracciona en año calendario. En el
presente año, elegí, convivir.
Luego de casi 15 años de vivir sólo, en dos departamentos
diferentes (el primero 13 y el segundo año y medio), me zambullí en la elección de la
convivencia. Me arrojé, creo yo, sin
cautela, pero seguro de lo que sentía, de lo que manifestaba y experimentaba
con mi pareja.
Es totalmente inédito que elija convivir, cuando tiempo
antes, me instalé en la cabeza que sólo estaba bien, llegaba tranquilo, hacía
lo que se me antojaba, limpiaba cuando lo sentía, y un gran etcétera más. Era dueño de mi tiempo y de mis actividades.
Costó mucho la mudanza, ya que vender todo en esas páginas
de ventas, con el tiempo apremiándome, con algunos extras que la inmobiliaria
me exigía por irme antes, y otros contratiempos. A mediados de Marzo me mudo definitivamente.
Contaba con mucho entusiasmo, sin lugar a dudas, del hecho de
establecer y comenzar una convivencia. Me
sentía plenamente seguro de que iban a salir las cosas bien.
¡Patrañas! Hoy me siento ahogado, la persona con quien
convivo exige más colaboración de la que puedo dar (y eso no quiere decir que
sea la normal colaboración de convivientes). Las tareas cooperativas me generan desgano,
falto de entusiasmo, por causa de recibir juicios, de cualquier quehacer mío es erroneo y mal realizado.
La tranquilidad que
sentía, de por ejemplo, tirarme a la cama a ver televisión, ahora menguó, admito que a veces
se mantuvo, pero el hecho de ceder hoy resta a mi serenidad, en vez, de sumar.
Se acrecentaron, o subrayaron, ciertas características de mi
mismo: inutilidad para arreglar algo doméstico, inutilidad para ponerme de
acuerdo, ahogo o vacuidad para imponer cosas, ya
que la casa no es mía, nuevo control de horarios, etc. Mi conviviente se jacta de que me está
haciendo un favor, yo sería, entonces, por mis actitudes y aptitudes, un
pensionado.
El niño que, pobrecito o no, convive medio tiempo con cada uno de sus congéneres, poseee todo el derecho de exigir cualquier cosa, , y
más allá de que sea hijo de mi conviviente, hay una competencia encubierta con
el padre del chico, para ver quien gana el premio de quien consiente más.
En fin, no tengo la costumbre de soportar peleas entre
ellos (aportes, salidas, compras, etc), caprichos siderales del niño, supongo que cualquier chico lo tiene,
aunque es bastante más buenito de lo que yo he sido, pero también cuando fui a
vivir, de chico, a la casa del esposo de mi madre, me sentía ahogado por el
dueño de la casa; y ahora la historia se repite nuevamente pero yo adulto.
Estos días están en
obra para agrandarle la habitación del chico (que realmente es chiquita). 4 o 5 albañiles haciendo ruidos y ensuciando
la casa, en que yo no ayudo a limpiar, porque cada vez me alejo al perfil de copropietario. Como canon de vivir acá, para llevarlo a un tinte
mercantilista, pago la mitad de los gastos, algunas mercancías necesarias en el
supermercado y mantengo un auto que me da lo mismo usar o no (es decir no es
necesario para mi mismo un automóvil) .
Igualmente, ella cree que me hace un favor, también echándome en cara
que permite el acceso a mi hermano a comer,
quejándose de que le hace la comida.
En fin del amor al odio hay un paso, y hay muchas parejas que
demostraron eso. Y es cierto, porque del
pasado glorioso te lo olvidas a medida que se eleva la contaminación
Las bregas se acrecientan, tengo ganas, casi todo el tiempo
de escaparme, de marcharme de este lugar. Soy demasiado “chiquito” para la
proyección ambiciosa de mi conviviente.
Estoy encerrado, no tenemos los mismos intereses. Ella quiere
reformar y cambiar constantemente, yo
quiero pasarlo bien, mirar una vida más física, de aprendizaje mental, más próspera,
divertida, placentera, etc; ya que a mi el impacto ambiental nunca me interesó,
y he tenido jornadas, creo, felices sin eso.
Actualmente no tengo proyección, desconfío de todo el mundo, siento que
me soltaron, merecidamente, la mano, aunque creo yo, es que confié en que tenía
autosuficiencia, y me hundí más, entonces la desconfianza se envuelve, además,
de mi ser.
Tengo la idea de mudarme lejos de este barrio, comenzar todo
foja cero, desde alquilar algo chiquito y barato, hasta vender el auto, para encontrar el aire necesario y pensar que
carajo hacer de mi vida. Dependo del compromiso que se genere para
salvaguardar lo óptimo y salir de este hastío, o comenzar, un nuevo proceso de
mudanza.
Hoy, mis pensamientos sólo tienen capacidad para huir, por
la perturbación, la angustia, el aumento de la fobia, el desconcierto, y
sobretodo, la falta de fundamentos para justificar toda actividad actual. Pero
en fin, eso lo dejo para la próxima entrada que hablo de otra etapa frustrada
el presente año.
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