Se concretaba un segundo viaje, está vez el destino fue Córdoba, más precisamente Cosquin.
La excusa de mi invitación fue el regreso de Andrés Calamaro a las tablas, ya que a ese artista lo adoraba desde pequeño. Luego el itinerario sería, ella volvía a Buenos Aires a recibir a una amiga sueca, y yo me iba a Mendoza a entrenar para una competencia de maratón en equipos.
El dia de partida, ella escribió
“hola amor!
¿Cómo amaneciste? ¿Mejor tu humor? Espero que si... porque por si no lo
sabías...
¡HOY NOS VAMOS!
Te cuento que el micro sale 21:45. Tendríamos que estar 20:45 por las dudas
¿No?
Bueno hablamos...
Te amo”
El viaje y la estadía acentuó, aún más, nuestro romance. Caminamos, subimos montañas, nadamos desnudos en un río lejos de la gente, asistimos al recital de música, hicimos varias veces el amor. La noche que ella partió para Buenos Aires, fue 14 de febrero y muchas parejitas por Cosquín se hacían arrumacos en la Plaza Principal, yo me proyecta con ella, a pesar de que minutos antes la estaba viendo y tan pronto la extrañaba.
A la madrugada partí a Mendoza y en la ciudad, sentado en una plaza, escribí, del amor lo siguiente:
“A final del año pasado, hubo algunos cambios ¿Qué pasó? Es que volví a caer en las garras del “amor”, del cual expreso que esta bueno, es lindo sentirse querido, deseado, atractivo, importante, entre otros adjetivos positivos que refuerzan tanto el ego.
Pero, hay miedo, mucho miedo, ya que la exposición me hace temer; otro el hecho de que no soy ningún tipo ni modelo a seguir, siquiera poseo cosas admirables para cualquier ser humano corriente, cometo muchos errores y además tengo bastantes cosas convencionales carentes de creatividad.
Con esta persona me llevo muy bien, tengo piel, puedo ser directo y transparente, que compartí cosas que jamás lo hecho con otra persona en tan poco tiempo, que coseché una gran confianza, mis estructuras se rompieron, que la extraño a rabiar ¡Y ayer estuve con ella!
Está relación es una revelación, que es una persona un tanto especial, es por eso que me invade cierto grado de posesión, sumado a una pizca de morbo, generándome inseguridad y algo de angustia, porque con las otras personas no tuve la experiencia de involucrarme tanto.
Quiero saber todo de ella, que hace y que hizo. Tengo miedo, no solo a perderla, sino a que vea en otro a alguien mejor que yo, y ese riesgo, sí se puede dar. En este aspecto me encuentro en desventaja, porque no noto nadie mejor que ella.
A veces me arrepiento de relatarle mis historias pasadas, como mi mote de seductor, y odio hacerme un pedestal por eso, porque me demuestro inocente con ella.
Siento celos de cosas de su pasado, como su entrega fácil, sus fiestas. Me dolería no el hecho, sino que yo no le sea suficiente, que sea prescindible, y que forme parte del staff de hombres con quien estuvo. Pero este sentimiento es muy egoísta, y al pensar que nuestra relación es fuerte, y además muy buena ¿Qué pasara si le estoy en falta?
Esa meta constante del ser humano que tiene atraer y atraer.
No sé. Me siento vulnerado, me siento como dependiente, y estoy a la constante espera de los fallos de ella. “
Igualmente el viaje, el entrenamiento y la competencia estuvieron geniales. Lo angustiante fueron las noches (y muchos días) que la extrañaba al borde de la desesperación y cada símbolo, como por ejemplo la Luna iluminando las montañas, me solicitaba su compañia.
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