sábado, junio 04, 2022

Cumpleaños extraordinario, asumiendo una vida ordinaria.

 












Mi vida sucumbió hace unos años, y toque un fondo, que puede aún desfondarse. Yo contribuí muchísimo a tocarlo y me di manija sin encontrar ni rumbo y rebotando como un flipper en cada quejido, búsqueda del otro u otra para ciertas ayudas, favores, en cual me dio mucha vergüenza.  La pandemia fue el golpe de "nock out" para decepcionarme de lo limitante que puede volverse el entorno y lo confundido y pertubado que puede caer. 

Tengo dólores, sí, constantes, crónicos, etc. He búscado manera de no enfrentarlos, sino asumirlos y tolerarlos. Incluso bajando el precio a ciertas aperturas que pueda llegar a tener. Un "hasta que llegué" es el mantra para volver atrás, retroceder. 

Pero intentando olfatear hasta donde puedo caminar, y chocar, sin angustias, sin recelos, sin expectativas, sin objetivos de lo extralimitable.  No mejoro, avanzo, tolero y retrocedo. 

La ordinariez está basada en mi moderación y la autosatisfacción de moverme, de buscar una continuidad en la alimentación, pero también que la "prohibida", es decir lo rico, lo dulce, lo salado; sea saboreable y apreciable, y bancar el precio.

Los momentos bajos, que son mucho, reacciono con resignación, con la cabeza gacha pero avanzando.

Hoy, fue un día que planifiqué hace un par de meses. Sabía que hoy iba a volver al cine, luego de 27 meses, cuando vi "La Protagonista" una película chiquita y olvidable. 

La de hoy: "Franklin. La historia del billete" también es olvidable por la violencia, por la falopa, por los asesinatos, pero queda como la vuelta al Gaumont. No sé cuando repetiré, pero me saqué una espina de ir al cine. Un cine con el 25% a lo sumo de la capacidad, a pesar que la entrada estaba sólo $90. 

A la mañana fui con la bici hasta la reserva, donde pude disfrutar este dia nuboso, con humedad y frío. Luego desayuné en un lugar que lo pienso mil veces antes de ir, pero me di la libertad de hacerlo: "La panera rosa" donde comí una torta de zanahoria que disfruté cada bocado.

Y a la noche volví a la parrilla vegana, donde me comí algo simil a un asado, bien grasoso y disfrutable

Volví a ir caminando (y cantando) al Gaumont, donde se pasó volando el camino.

Y me sentí contento, infantil, caprichoso, ridículo, inmaduro, y todo lo que pueda decirme una persona "normal", pero cuando escuche "canción normal" de Smitten, recordaré todo este día. 

Salió muy bien la "fiestita", ahora vuelta a la vida ordinaria, ajustada, austera, metódica y casera. 

Lo bueno que ya no me interesa la edad, por lo menos en dos años, porque no hay nada que aparentar con ella, que me digan viejo de mierda, limitado, o lo que sea. Va a estar todo bien. De hecho, me trazó una idea de rumbo para los próximos 700 dias. 


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