Los lunes, hoy día, para mi, son atípicos. ¿Por qué?
Porque durante varios meses estuve sin
presentarme en la vorágine de las jornadas inflexibles laborales. Que,
justamente eso, es lo que me molesta más rotundamente en el lugar donde estoy,
todo lo demás no me da stress, o se ve aparejado por la libertad para
organizarme y desenvolverme en el lugar donde trabajo, y percibo dinero.
Este lunes lluvioso, un temporal que tiene el peso de
varios días seguidos, y cuya humedad repercute, bastante, en mi atención,
concentración y lucidez.
Venía con el auto por Avenida San Martin, y al
observar un embotallamiento, decido doblar por una diagonal, para estacionar,
una cuadra más donde lo dejo habitualmente.
Desciendo de manera despaciosa del auto, y camino lentamente a la parada
del bus. En ese momento pensé: “Que tarado. Siempre lo mismo! El viernes me
dejé olvidado el paragua en el bus”
Encarcelado en este pensamiento, y olvidándome
que en Villa Devoto, muchas calles son doble mano, sólo miré para un sentido,
cruzó por la mitad de la calle, escucho un chischido de frenos y, de repente, pego
un grito, porque un automóvil me impacto en la altura de la cola, y caigo
estruendosamente.
Ante el shock, creo
que, perdí el conocimiento 4 o 5 segundos, veo para el costado izquierdo y observo un taxi frenado. Me levanto, de manera cansina y me dirijo hacia el taxista. La
pasajera con cara de preocupada y asombrada me miró fijo. El taxista baja y me
encara preguntándome si estaba todo bien.
Yo sentí que la responsabilidad fue mia, por una falta total de
atención. Le digo que estaba todo ok.
Ellos volvieron a ingresar en el auto. Y yo saludaba, la única
lesión fue la reincidencia de mi esguince en mi dedo meñique. Realmente no
tengo ningún rencor ni resentimiento ante mi falta de atención. Yo me equivoco
varias veces, y además el taxista tuvo la limitación del asfalto resbaloso y
entendí su susto y preocupación, pero yo me tenía que hacer cargo de este
acaecimiento, realmente me sentí muy avergonzado.
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