jueves, mayo 15, 2014

De niño me pegaban

"las palizas, tal vez merecida, porque con diálogos no entendía al romper vidrios o quemar cortinas"





El título tiene aristas de victimización, pero lo que quiero dejar en claro en este texto es, que lo merecía, y como hijo, he realizado actos que superan la capacidad de aceptación de mis padres.
Supongo que mis padres, ninguno, supo cómo educar a los hijos, ni a mí, ni a mi hermano.  Pero yo me sitúo en peores condiciones que ellos, es por eso que fundamento no ser padre: no cuento con determinación, me gusta estar sólo, aborrezco tener dependencia y que dependan de mi persona, como también ser un referente algo. En cuanto a esto último, no noto ser ejemplo de nada, por mi inconstancia, mi impermanencia y mi desapasionamiento por lo poco que me puedo vender por dinero.

De pendejo cometí una gran cantidad de “delitos”: Cuando con mi madre paseábamos por la calle céntrica del barrio, exigía golosinas sino lloraba desconsoladamente. También me reí una vez cuando le corté un ojo, con un palo de golf a mi hermano, cuando nuestros padres salían jugamos al fútbol en pleno departamento rompiendo vidrios de mesa, adornos de pared, cuadros. Además, afanaba guita a ellos y a mi hermano.

Era sucio, desprolijo, se me caían los mocos y no me interesaba. Irrumpía en casas de vecinos, por trepar paredes, engañaba a los viejos con billetes de circo, haciéndolo pasar por dinero real, jugaba a las canchita gritando los goles alocadamente, y mi madre me tiraba todo a la mierda, dándome una gran paliza. Hace poco decía que tuve una infancia feliz por algunas cosas, pero también las palizas, tal vez merecida, porque con diálogos no entendía al romper vidrios o quemar cortinas, hizo, que sea el chico rebelde se mantenga en el tiempo, exceptuando los periodos de desesperación.  Hoy vivo una austeridad tolerable, que con el tiempo se irá creciendo, porque me rebelo a las figuras de autoridad, porque no he aprehendido “el respeto” a los generadores de dinero, o como culturalmente, se los llama, a la gente “brillante”.


En fin, también alteré un DNI, para jugar un torneo de fútbol, y me han reprendido merecidamente.  Las cagadas de niño fueron mayores que las virtudes, tal vez, de adulto la proporción se mantenga, pero de adolescente recuerdo una gran anestecia de todo.  Hoy, el afán de vivir una vida más sosegada, menos sometida y enajenada tiene su precio, tal vez la rebeldía con merecidas palizas de niño, hace que mantenga esa ideología a lo largo del tiempo. 

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