jueves, mayo 29, 2014

La minita explosiva
















Al salir de guitarra, retorné a un lugar que acostumbraba ir, al egresar de mis clases de viola. El Bodegón de Avenida Gaona, donde, en sus comienzos, iban jubilados y gente de mi alcurnia: zaparrastrosa.  Ahora, éste lugar está de moda, y fijo la atracción de gente joven y más “establecida”, donde mezclan el término cool, y cualquier modismo anglosajón para realzar, aún más si imagen.
Me auto-serví cuatro empanadas y una bebida saborizada con gusto a Pomelo.  Mi preocupación era focalizar en que lugar iba a sentarme, y permanecer unos minutos para digerir y deglutir las empanadas. Antes tuve que calentarlas, y aquí es donde para lo oreja, para escuchar a una veintiañera muy bonita, donde esbozaba un largo monólogo, a la supuesta pareja hombre, que, con voz clara, firme y vehemente expresó:
-         
-  -  Está bien que me cuestiones. Pero, ¿que querés? estoy para el orto en la facultad. ¡¿No sé cuándo mierda voy a terminar?! Me tiene podrida (sic), en el trabajo me llevo mal con todo el mundo. ¡¡Tengo una vida de mierda!!  Con el único que estoy bien es con vos, y me venís con el planteo de "Amor". Si yo siento amor. Bah, pero que se yo, no tengo idea como definir amor.

El muchacho miró abyecto, sometido y hasta indulgente de lo que ella decía. Su mayor cometido era quedar bien con ella, su inseguridad fue muy notoria. 
La chica devastó al hombre, el hombre se sintió en peligro de no poder besar más a una chica que le gustaba mucha, corría el riesgo de perder el capricho de ser feliz cuando, seguramente, fornicaban, porque muchos hombres, en una etapa nos sentimos “muy hombres” cuando fornicamos, y en realidad, es lo que a muchas mujeres les gusta, dejarse coger para dominar al sujeto en todos los otros sentidos.  Es como un trato mercantilista, y yo me ví reflejado en este hombre por su inseguridad, por el miedo pavoroso de perder el “garche” y por la duda constante de no saber que decir cuando una mujer me plantea esto. 


Estas etapas son relativamente cortas, no me duran un año, y estoy conciente de esto, como, supongo, más adelante lo estará al muchacho. Aunque mi lectura dice que el próximo planteo de la minita será: “Terminemos acá, no estoy bien conmigo misma, y menos voy a estarlo con todo el mundo exterior”.

jueves, mayo 15, 2014

De niño me pegaban

"las palizas, tal vez merecida, porque con diálogos no entendía al romper vidrios o quemar cortinas"





El título tiene aristas de victimización, pero lo que quiero dejar en claro en este texto es, que lo merecía, y como hijo, he realizado actos que superan la capacidad de aceptación de mis padres.
Supongo que mis padres, ninguno, supo cómo educar a los hijos, ni a mí, ni a mi hermano.  Pero yo me sitúo en peores condiciones que ellos, es por eso que fundamento no ser padre: no cuento con determinación, me gusta estar sólo, aborrezco tener dependencia y que dependan de mi persona, como también ser un referente algo. En cuanto a esto último, no noto ser ejemplo de nada, por mi inconstancia, mi impermanencia y mi desapasionamiento por lo poco que me puedo vender por dinero.

De pendejo cometí una gran cantidad de “delitos”: Cuando con mi madre paseábamos por la calle céntrica del barrio, exigía golosinas sino lloraba desconsoladamente. También me reí una vez cuando le corté un ojo, con un palo de golf a mi hermano, cuando nuestros padres salían jugamos al fútbol en pleno departamento rompiendo vidrios de mesa, adornos de pared, cuadros. Además, afanaba guita a ellos y a mi hermano.

Era sucio, desprolijo, se me caían los mocos y no me interesaba. Irrumpía en casas de vecinos, por trepar paredes, engañaba a los viejos con billetes de circo, haciéndolo pasar por dinero real, jugaba a las canchita gritando los goles alocadamente, y mi madre me tiraba todo a la mierda, dándome una gran paliza. Hace poco decía que tuve una infancia feliz por algunas cosas, pero también las palizas, tal vez merecida, porque con diálogos no entendía al romper vidrios o quemar cortinas, hizo, que sea el chico rebelde se mantenga en el tiempo, exceptuando los periodos de desesperación.  Hoy vivo una austeridad tolerable, que con el tiempo se irá creciendo, porque me rebelo a las figuras de autoridad, porque no he aprehendido “el respeto” a los generadores de dinero, o como culturalmente, se los llama, a la gente “brillante”.


En fin, también alteré un DNI, para jugar un torneo de fútbol, y me han reprendido merecidamente.  Las cagadas de niño fueron mayores que las virtudes, tal vez, de adulto la proporción se mantenga, pero de adolescente recuerdo una gran anestecia de todo.  Hoy, el afán de vivir una vida más sosegada, menos sometida y enajenada tiene su precio, tal vez la rebeldía con merecidas palizas de niño, hace que mantenga esa ideología a lo largo del tiempo. 

lunes, mayo 05, 2014

Volver a sentir el placer de correr















Podría llamarlo "trotar" para los fundamentalistas del tiempo. En realidad, prefiero llamar correr, me gusta más la semiología de ésta palabra.
Luego de transitar tres meses sin hacerlo, a principios de Marzo, fui a la reserva  a realizar, aproximadamente, 16 kilómetros. La primer salida, costó, pero la segunda, al domingo siguiente, fue fulminante, bajó la presión, me dolía las cervicales, el mal humor me poseyó: un desastre.

La consecuencia fue que éste, con justificativos 10 días sin trotar, hasta que moverme en un día de lluvia me levantó. Transité Marzo con algunas dudas y la esperanza de que tenía que llevar a la Concordia entre el cuerpo y la mente.
"hace 3 semanas que me siento bien, es una droga que va más allá de lo pragmático que induce el atletismo”
Promediando Abril, luego de salir de una gripe, las señales del cuerpo resultaron ser estimulantes, los entrenamientos se basan, de manera casi disciplinada, en 3 salidas por semana: cuestas, pasadas y fondo, y hace 3 semanas que me siento bien, es una droga que va más allá de lo pragmático que induce el atletismo con términos, a mi juicio, aberrantes: “Ganarte a vos mismo”, “siempre hay revancha”, “si a una Maratón no voy para mejorar el tiempo, siento que el entrenamiento fue en vano”; todas estas frases, donde amenaza a encender mi ira, hacen que más se fortalezca la idea del sentido que me da correr. 
Es sentirse a uno mismo, es pensar, como si fuera una película, muchas escenas donde me tocó estar, y reflexionar, sosegadamente, sobre lo propuesto.

¿Esfuerzo?, hay, por supuesto. El último domingo en la reserva hubo niebla y una humedad de casi el 100%. Me dispuse hacer 24 kilómetros, transitando 3 o 4 kilómetros, sentí pesadez y molestias por todo el cuerpo. 
¿Que hice? Encontrar, compasivamente, el ritmo que me haga sentir cómodo, costó 6 o 7 kilómetros, pero después de eso, me amigué con mis sentidos de mi cuerpo, y predominando el placer sobre el esfuerzo, me permitieron llegar de manera pareja, a realizar los 24 kilómetros, pensando más en el momento, en cuanto falta.


Hoy soy consciente que, cuando estoy realizando el ejercicio, exceptuando las pasadas (pero son necesarias), pienso en mi transitar que en “¿Cuánto tiempo voy?” o “¿Cuánto falta?”.  Agradezco tener éste privilegio de poder disfrutar, a pesar que otros observan nimia mi filosofía.