viernes, octubre 05, 2012

Ensayo incierto sobre el amor



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
¿Qué es el amor? ¿La solución? ¿Un concepto alineado con el hecho altruista? O ¿Un sentimiento de necesidad para reforzar el ego?

El amor, en el sentido propagandístico, vende; asociado, por supuesto, a la naturaleza, a animales inocentes, o a niños; todos como objeto del amor.

Formulo el siguiente enunciado: “Quiero amor, ¿como lo consigo?”, cuando los niños nacen, precisan del primer referente; culturalmente es una mujer, no afirmo que naturalmente sea lo mismo.  La mujer, al soportar, en promedio, cuarenta de semanas, se llena de bonitos pensamientos, preparándose para ceder, la mayor parte del tiempo, a su descendiente.   La mujer se sensibiliza por su creación, y establece una pulsión vital, aparejado con el compromiso y la pasión; para que el niño comience a sentir “amor” hacia la madre, y a su vez, el niño necesita señales de “amor” de la madre (en primera instancia) para no sentirse sólo y desamparado.  Luego, aparecen otros sujetos, pero concluyo que el primer amor que tiene un ser, es instintivamente hacia la persona que lo ayuda a dar sus primeros aprendizajes.

Como es notorio, el ego está puesto a la dependencia, sino el niño, podría no crecer sanamente.

El amor puro, puede estar asociado a la no violencia, a la dádiva, al cariño, a la vulnerabilidad, a la honestidad, a la contemplación y hasta el desapego.

Abordando, culturalmente, en el amor de pareja, que es el más énfasis se le da, toma forma sobre el término “necesidad”.  ¿Qué es lo que estoy dispuesto a dar, para tener una esperanza de que la otra parte va a satisfacer mi necesidad?  Entonces, la pulsión sexual es primaria, es la atracción: “Esta persona me atrae, me interesa”; comienza, de una u otra parte las señales de llamar la atención, acrecentando, efectivamente, el deseo, la necesidad.

Al emparejarse, comienza, el periodo de euforia, como sintiéndose en una burbuja, prometiéndose la luna, y muchas veces rozando la incoherencia, yendo al fin del mundo.  Este periodo es peligrosísimo, que yo aconsejaría reprimirlo, ya que se podría caer en que la otra persona es la salvación de una vida presente y futura; aumentando el concepto de felicidad.

Esta necesidad se hace constante para aquellos que viven una vida tensionada e inadaptada, como fue mi caso, y no necesariamente tiene que ser una mujer, este objeto de satisfacción, puede ser una actividad o una rutina, en el que, me distensiona, cada vez que incurro en este objeto.

El concepto raíz del amor, es “no muerto”, es decir, está relacionado a un sentido que le damos a la vida, más lo incierto, es ese sentido tiene que ver con el ego, y el ego siempre quiere “recibir”, y si “da” es porque espera algo a cambio.    La acepción del amor tiene la avidez de que con él convivimos con un sentimiento de completitud.  Y ese ideal, justamente, es el arma de doble filo, porque en un momento esa completitud no tiene el mismo vuelo, y se torna terrenal, y las exigencias son otras, donde el conforme de ayer, es el disconforme de hoy;  entonces se vuelve a conceptualizar otro escenario para el amor.   Y el desamor, conlleva decepción y vacío.

La unión con otro ser o seres, se tiene que alimentar, cambiando o reforzando los fundamentos, del “por qué” compartimos la vida.  La novedad se dirime, el ego de cada uno (hasta de uno mismo) exige asuntos que pueden ir por distinto carril.  

En definitiva, en este manto gris, hay que intentar amar, dar para tener la esperanza de recibir, cambiar la conceptualización por etapas, aprender a unir caminos, pero también sembrar el amor propio para realizar uno su propia senda.  La desaparición de amor, significa que vivimos una vida que no queremos, que no elegimos, y que, por consecuencia, una vida irritable, desgastante, una vida muerta.

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