Lejos de peleas políticas y de poder, en la “europarizada” y “yanquirizada” Capital Federal, se realizaron los festejos más trascendentes del Bicentenario de la Revolución de Mayo, homenajeando el primer gobierno patrio de este país.
Todo comenzó el viernes 21 de Mayo, con la inauguración del paseo del Bicentenario, donde cada provincia, país y cultura aborigen tenía su lugar a lo largo de varias cuadras.
Contando con un escenario principal delante del obelisco (siempre mirando de sur a norte), y con numerosas manifestaciones culturales (música, pintura, escultura, etc) y además con una masa de gente que fervientemente se unió bajo una bandera celeste y blanca con alegría, entusiasmo y curiosidad.
El viernes a la noche toco el Rock Nacional, con numerosas bandas desde Virus hasta Las Pelotas, dieron placer y disfrute a los espectadores, donde me incluyo. También el folklore, el tango, la danza tuvieron lugar en los actos.
Las puestas de escena de Fuerza Bruta resultaron ser impresionantes y destellantes.
La inauguración del Colon y todo el trabajo previo para que la acústica siga siendo única y profunda.
La verdad es una mezcla de sentimiento y de orgullo, el ser de esta cultura para este tipo de actos trascendentales, históricos y sin precedentes a lo largo de mi vida, dio origen a que me calce la escarapela, compré una bandera, porque más que dejé ser enajenado a semejante expresión popular, ante artistas quienes dejan una imagen imborrable; lo cual no dejo más que agradecer a los organizadores, a los artistas que fueron parte (musicalmente hablando a Fito Paez, Leon Gieco y Gustavo Santolalla que se prendieron en el escenario todos los días desde el viernes hasta el 25 de mayo).
En definitiva otra paradoja de la opinión del país que a veces, para expresar algo, es una mierda y otras veces, como en este caso, es grandioso, así como cada individuo según la situación.