Crónica de una carrera nauseabunda

La primera carrera de la trilogía de carreras en siete días.
Mucho clima familiar yacía en el punto de largada cuando llegamos con Florencia a la Costanera Sur de Buenos Aires; ella corría 3 kilometros y yo los 10.
Pocos minutos después de las 10:30, se escuchó el disparo de largada. Para anticipar la maratón de Rosario, largué con el tema “Muy despacito” de los Piojos. A partir de los 300 mts, no sentí, por suerte, molestia de los demás corredores/as, antes si me impedía el paso, pero la primera curva cesó esta barrera.
Pasó el primer kilometro e hice algo raro, miré el reloj, que dio 4:’52’’.
La canción “Eléctricos duendes” me aceleró el paso, lo cual lo pagué más adelante, el segundo kilometro lo pasé en 8:58, por lo que lo realicé el mismo en 4:06, muy rápido. A partir de ahí decidí no fijarme más el reloj. Mientras tanto un conocido del club y conocido del trabajo me pasan promediando el kilometro dos y tres respectivamente.


Se me hacía difícil cantar y correr, balbuceé algunas frases de las canciones pero no estaba con un ritmo cómodo. Cuando aceleraba al ritmo de la canción, por ejemplo “Vagabundear” en el kilometro 4, resultaba ser como un golpe de puño en el estomago. Decidí mantener un ritmo sin aceleración y concentrándome en la música. Aunque el tema “Como un sol feliz” me dio rapidez alrededor de una cuadra, lo cual la pagué y me volví a tranquilizarme, prácticamente hasta que arribé a la llegada.



El kilometro 9 se me hizo eterno, mitad por el cansancio, mitad por el tema de Calamaro que no resulto ser auspiciante ya que se trataba de una canción lenta: “El compositor no se detiene”. En estos metros fui solidificando mi llegada nauseabunda y poco estética: ya que al verme por las fotos observe la evidente baba en la barbilla.


Debo admitir que SI disfruté de los regalos (remera, caramañola, entre otras cosas), pero NO de la competencia.