Seis menos cuarto se prende el televisor, señal de que tengo que abrir los benditos ojos, para levantar la conciencia, y comenzar un nuevo día a un horario que me es forzado empezar.
Mi primer balbuceo de estos últimos días al primer centelleo de la TV es:”La puta madre, otra vez”. Me quedo remolando en la cama, subyugado al televisor y los noticieros cuya costumbre de dar malas informaciones me parece irritante, pero no quiero mover un dedo para ponerme en pie e ir a lavarme los ojos, que yacen semicerrados, mover las piernas cansadas de tanto estar sentado o parado a lo largo del día anterior.
Pero a esta altura del año no puedo hacer grandes cosas ni grandes cambios, especulo con todo, con tal de abstraer mi mente a un agente externo que me entretenga o me tenga embobado: TV, música, Internet, etc; la cultivación del desarrollo intelectual o de razón involuciona, es por eso que a esta altura del año me conviene minimizar el dialogo, porque seguramente mi nivel de conciencia será muy primitivo con respecto a mis idelogías.
A esta altura del año están las reuniones, y como el desarrollo del habla y de la atención disminuyen por el estado estenuado, desembocando en somnolencia y aburrimiento; de por sí la gente me agobia con sus logros, sus conclusiones, su lucidez, su manera de ver el mundo, que teniendo a mi favor la injustificación de mi presencia que atengo a mover afirmativamente la cabeza, casi sin saber que me quieren comunicar.
A esta altura del año mi nivel de concentración fluctúa en la boludez, tengo que leer miles de veces algún párrafo o frase de libro, diario o revista, para dar con la idea expresada.
A esta altura del año, no me interesa conocer gente nueva, siquiera lugares nuevos, me podría sorprender, pero no me da la memoria para recordar un nombre, un paisaje, un momento, una frase, una canción.
A esta altura del año reflexiono si tengo que ir a correr, entre el dolor en el tobillo y mi fatiga mental y muscular, siempre gana: el ocio, el paquete de papas fritas, la levité y algún partido o comentario de fútbol, que hablan cosas concretas del juego y sus chismes. Las pruebas atléticas y las aguas abiertas, a esta altura del año, están totalmente descartadas.
A esta altura del año, siquiera puedo planificar, el mismo no culmina, y no hay un camino claro para decir voy a hacer esto y lo otro porque no, los planes son frágiles y débiles, por ende mi actitud sigue siendo la haraganería y el ocio, algún día dije que mi pecado capital preferido era la pereza, a esta altura del año lo rectifico.
A esta altura del año, en el ambiente laboral, miro el reloj a cada momento, me siento incómodo, y eso que el contexto es gustoso, pero me mata, a esta altura del año, la rutina impuesta.
A esta altura del año, me doy cuenta que numéricamente se me va otra década, y el haber vivido muchos años y pensar como si tuviera menos edad, me da incredulidad de cuanto tiempo pasó de que sigo pensando y actuando casi igual.
A esta altura del año, me da ganas de escribir estas cosas superfluas y opacas, porque a esta altura del año florece mi decadencia.
Mi primer balbuceo de estos últimos días al primer centelleo de la TV es:”La puta madre, otra vez”. Me quedo remolando en la cama, subyugado al televisor y los noticieros cuya costumbre de dar malas informaciones me parece irritante, pero no quiero mover un dedo para ponerme en pie e ir a lavarme los ojos, que yacen semicerrados, mover las piernas cansadas de tanto estar sentado o parado a lo largo del día anterior.
Pero a esta altura del año no puedo hacer grandes cosas ni grandes cambios, especulo con todo, con tal de abstraer mi mente a un agente externo que me entretenga o me tenga embobado: TV, música, Internet, etc; la cultivación del desarrollo intelectual o de razón involuciona, es por eso que a esta altura del año me conviene minimizar el dialogo, porque seguramente mi nivel de conciencia será muy primitivo con respecto a mis idelogías.
A esta altura del año están las reuniones, y como el desarrollo del habla y de la atención disminuyen por el estado estenuado, desembocando en somnolencia y aburrimiento; de por sí la gente me agobia con sus logros, sus conclusiones, su lucidez, su manera de ver el mundo, que teniendo a mi favor la injustificación de mi presencia que atengo a mover afirmativamente la cabeza, casi sin saber que me quieren comunicar.
A esta altura del año mi nivel de concentración fluctúa en la boludez, tengo que leer miles de veces algún párrafo o frase de libro, diario o revista, para dar con la idea expresada.
A esta altura del año, no me interesa conocer gente nueva, siquiera lugares nuevos, me podría sorprender, pero no me da la memoria para recordar un nombre, un paisaje, un momento, una frase, una canción.
A esta altura del año reflexiono si tengo que ir a correr, entre el dolor en el tobillo y mi fatiga mental y muscular, siempre gana: el ocio, el paquete de papas fritas, la levité y algún partido o comentario de fútbol, que hablan cosas concretas del juego y sus chismes. Las pruebas atléticas y las aguas abiertas, a esta altura del año, están totalmente descartadas.
A esta altura del año, siquiera puedo planificar, el mismo no culmina, y no hay un camino claro para decir voy a hacer esto y lo otro porque no, los planes son frágiles y débiles, por ende mi actitud sigue siendo la haraganería y el ocio, algún día dije que mi pecado capital preferido era la pereza, a esta altura del año lo rectifico.
A esta altura del año, en el ambiente laboral, miro el reloj a cada momento, me siento incómodo, y eso que el contexto es gustoso, pero me mata, a esta altura del año, la rutina impuesta.
A esta altura del año, me doy cuenta que numéricamente se me va otra década, y el haber vivido muchos años y pensar como si tuviera menos edad, me da incredulidad de cuanto tiempo pasó de que sigo pensando y actuando casi igual.
A esta altura del año, me da ganas de escribir estas cosas superfluas y opacas, porque a esta altura del año florece mi decadencia.